14 de gen. 2020

La maleza amarilla

Resultat d'imatges per a "poesia catalana""

Nos conocimos en el instituto del barrio, en donde ambos cursábamos aquella secundaria de aulas con 40 alumnos, paredes pintadas de verde todavía franquista, un reducto de profesores con su bigotito fino, pulcro, horizontal, que olían a naftalina y a derrota. Hubo uno de estos profesores con bigotito dictatorial que resultó ser un anarquista serio, culto en extremo, doctorado en filosofía. Aquel hombre cruzó el franquismo disfrazado con su bigote y entonces, a las puertas de los 80, estaba ya cansado.

La tarde en que nos conocimos llovía. Recuerdo la lluvia porqué eso me retuvo un rato en el vestíbulo, esperando a que amainase. Entonces el chico salió de entre la nada y me preguntó si era yo el que "también escribía". Le respondí que si, asustado. Luego estuvimos hablando, bueno, mejor dicho él me estuvo hablando de prosodia catalana y castellana, y de algunos autores que yo desconocía. Jamás he amado mucho a la poesía.

A continuación, y durante algunos años, fuimos algo parecido a amigos. O por lo menos estábamos en el mismo grupo de amigos que salíamos por ahí, que bebíamos juntos en el tugurio tras el instituto, que perseguíamos a las mismas chicas y que experimentábamos con algunas sustancias, mayormente el alcohol.

Él siempre tuvo un carácter difícil y muchas veces era soberbio y altanero. Sin embargo, era un gran polemista y leía un montón, así que no me importaba hablar con él incluso cuando tenía que soportar los caprichos de su soberbia. El chico decía haber escrito varios poemarios y al menor descuido te los leía. Eran poesías inspiradas en lecturas de poetas viejos y rimbombantes: Baudelaire, Lautréameont. Aunque a la mínima te soltaba versos enteros de Espriu o de Vinyoli, sus más queridos. Para joderle, nada más que para joderle, le conté que yo había conocido a Espriu y lo adornaba con una anécdota que yo me sabía de memoria pero que no era mía.

La vida nos llevó por caminos distintos y divergentes. A veces pensé que era un alivio haberle perdido la pista. O, más que nada, que él me la hubiese perdido a mi. Yo seguía escribiendo, pero yo escribía prosa, un género que a él le parecía propio de paletos. Cuando le dije que me habían publicado una novela breve me escupió que yo era una puta de la escritura.

Muchos años más tarde reapareció en mi vida. Nunca sabré cual fue el propósito verdadero que le empujó a reunir de nuevo a sus antiguos compañeros. Hizo una buena labor detectivesca, hay que concedérselo: todavía no existía Facebook en nuestras vidas. Él seguía escribiendo poesía y había presentado su poemario a un premio. Más que nada quería que todos supiésemos que estaba a las puertas de ser premiado. Nos regaló a todos un facsímil del poemario. Me quedé azorado: se trataba de los mismos poemas de 15 años atrás.

A partir de aquel reencuentro, la relación prosiguió a trompicones por un año, dos a lo sumo. Por aquel año llegó el primer atisbo del independentismo totalitario y eso nos distanció. Él era vigorosamente independentista y sentía una aversión telúrica hacia el socialismo. Yo le conté que los destinos de Cataluña me importaban un comino, que ni tan siquiera creía en la existencia de un sujeto llamado Cataluña, que soy socialista y por lo tanto me repugna cualquier forma de nacionalismo. De nuevo desaparecimos el uno de la vida del otro. Esta vez para siempre: lo que no pudieron otros factores lo pudo una bandera, un (re)sentimiento patriótico, el inexplicable complejo de superioridad racial de una raza ficticia como todas, el ensimismamiento supremacista de una nación inexistente.

Ahora, de repente, regresa mi antiguo conocido, pero esta vez lo hace reducido a espectáculo, es un tipo en una pantalla. Me llega un video de Youtube, una entrevista colectiva a varios poetas en el canal de una TV local en la que él participa. Me sobrecoge ver los efectos del tiempo cuando arrolla nuestros cuerpos, cuando vemos su efecto así, de repente, la brutalidad que exhiben esos intérvalos de 15 años, como los sustos de una película de sustos. En esta entrevista, el poeta que conocí aquella tarde en el instituto presenta un poemario. Sí, lo han adivinado: presenta de nuevo del mismo poemario. Ahora es un libro, intuyo que autoeditado. Son los mismos poemas. Afirma que los ha revisado mucho. Eso es indiscutible. Ha pasado más de media vida revisando aquellos poemas. Hay hombres que se quedan toda la vida atrapados en un mismo libro, en un ensueño juvenil, en la patria imaginaria. Entre comentario y comentario, el poeta inserta lo que parecen eslóganes nacionalistas. Sutilmente.

Después de ver el video me voy al trabajo. Para llegar a él debo recorrer unos pocos quilómetros por una carretera secundaria. Hoy me he dado cuenta de que cada día transito ante una maleza amarilla, un bosquecillo erizado de pinos muertos. La realidad es una cosa extravagante, se encuentra en todas partes y en ninguna. Y desde hace un tiempo parece que se marchita, sigue estando ahí pero es como si hubiese perdido consistencia.

3 comentaris:

  1. Els poetes són grans fingidors, no ho oblidis.

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  2. Todos tenemos reencuentros con un pasado que, casi siempre, no es el pasado que queremos reencontrar.
    Alfredo

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  3. Que bueno ¡¡¡ a ver si le sirves de inspiración si otra vez te cruzas con él ¡¡¡
    Salut

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