Para las personas que vivimos en el Vallès (una comarca discreta, no especialmente bella ni especial), la proximidad de La Mola (el pico de Sant Llorenç del Munt) ejerce una atracción especial. Es un espacio natural de roca roja, sedimentaria, de gran interés geológico y (ahora si) de una belleza agreste, asalvajada, incluso temible. En la cima está el viejo monasterio, hoy al borde de la ruina y al lado del cual se construyó lo que hoy hace las funciones de restaurante. Tirando a discreto en calidad, y más aventajado en precios. Todo muy catalán.
Como el macizo fue declarado "parque natural", no se puede acceder en coche hasta la cima. Razón por la cual el restaurante se abastece mediante el esfuerzo silencioso y cabizbajo de un grupito de borricos y de mulas, que llevan las provisiones hasta las neveras y los fogones del restaurante. Los animales se recluyen en un cercado a unos metros del restaurante. A veces se les oye rebuznar, cuando están en celo. Creo que los burros, como los hombres, siempre están en celo. Todo eso le confiere algo romántico al lugar. Yo mismo he subido varias veces a la cima de Sant Llorenç (popularmente La Mola, nomenclatura más descreída), ya que el trayecto a pie, si se conoce un poco, no supera mucho la hora y media y el desnivel es soportable. Es un paseo. La cima está a 1100 metros, de modo que des de allí hay unas vistas majestuosas que abarcan (si el cielo está claro y la contaminación de la industriosa Cataluña lo permite) casi toda la región autónoma.
Este sábado he subido a La Mola. Ha sido mi forma de celebrar el fin del verano. Ahora, mientras escribo, siento las piernas ligeramente dolidas por el esfuerzo. Pero sarna con gusto no pica. Lo malo ha sido lo demás.
En fin de semana, los caminos que suben a la cima de Sant Llorenç están muy transitados, y uno se cruza, adelanta o es adelantado sin cesar por grupos, parejas, familias y demás agrupaciones humanas. También hay algunos runners, que van solos y al trote, resoplando y al borde del colapso y desafiando a la muerte. No pensé en que hoy, 8 de septiembre, estábamos a 3 días del 11. Me asombra mi candidez. De modo que toda la caminata ha sido un infierno. El número de caminantes vestidos con camisetas amarillas e indepes que me he cruzado me ha quitado el aliento y me ha sumido en un estado de ánimo a medio camino entre la pena y el hastío. No solo camisetas: lacitos en la solapa, en la gorrita, en la mochila. Banderitas estrelladas. Más de uno lleva la bandera atada al cuello, ondenado, como la capa de Supermán. He visto desfilar las camisetas de casi todas las convocatorias independentistas de textiles Forcadell de los últimos cinco años. ¿O seis años ya, prometiéndoles la independencia inminente a toda esa pobre gente?
Ellos me saludan yo les saludo. La educación ante todo. Pero me los miro y descubro el perfil, el patrón. Casi todos gente mayor. Algunos muy mayores, que quizás harían mejor en quedarse en casa ante la Tv3. Hablan en catalán entre ellos. Hablan de Nurias y de Montses. El acento es más que nada una liturgia, una reliquia, casi un fósil viviente (hablante). Aquí sucede algo que se debe estudiar. Todo eso quizás no es nada más que una resistencia, una reacción ante la evidencia. Los últimos dinosaurios debieron de reivindicar la dinosauriedad con un empeño extraordinario, inasequible al desaliento, como estas pobres gentes tan engañadas, tan maltratadas por los que les venden la camiseta año tras año. Les veo muy mayores y muy perdidos, aunque les han vendido una ilusión que les mantiene enhiestos. Les han prometido un cielo terrestre y ellos se lo han comprado (a 15 euros el kit indepe cada septiembre). Vender el cielo en la tierra es todavía más cínico que vender la salvación tras la muerte. Les miro y siento una congoja muy grande en el pecho. De repente, uno comprende porqué las religiones triunfan en todo el mundo. La religiones, como la publicidad, se basan en ofertas extramundanas que prometen vencer a la muerte, a la fealdad o al sinsentido de la vida. El independentismo actúa igual, y por eso su éxito.
No se me ocurriría decirles nada. Pobres, pobres gentes, pienso. Y, aunque me ofende a veces su indumentaria orgullosa, esa voluntad de hegemonía, esa pulsión étnica por imponerse, no puedo dejar de sentir pena. El siglo XXI llegó y se los llevará por delante. A mi también, claro está.
Se le atribuye a Marx la frase "la religión es el opio del pueblo". Hay cietas dudas al respecto, pero eso no hace que haya perdido el valor de la afirmación. La religión no es un fin, no lo es, es un medio. Un medio para llegar al corazón y abrir los sentimientos (metafísica) .
ResponEliminaCuando Marx empleó la frase lo hizo pensando en que (wikipedias aparte, y por favor, no atiendan mucho a sus postulados), lo hizo con el objetivo de hacer ver que actuaba -la religión- como adormidera del pueblo, como letargo que impide se lancen contra el opresor.
El nacionalismo utiliza la religión. Se nutre de ella. Tenemos un referente cercano y que hemos olvidado, sino no haríamos tantas idioteces. Los serbios siguen utilizando el protestastismo como base; los croatas, el catolicismo y los bosnios son predominantemente musulmanes; mientras los albano-kosovares tiran de cristianismo ortodoxo.
Se casaban entre ellos y se mataron entre todos.
Y es aquí donde quiero llegar. Se mezcló religión (metafísica) con partidos políticos (ley), y por eso su éxito. ¿ Su éxito ?, se preguntarán ustedes, si. Porque por ley se declaró enemigo al vecino de enfrente, porque era bosnio, o era croata o era serbio o kosovar, y por eso, mi querido amigo LLUIS, cada vez que veo una bandera, cualquier trapo-bandera, ondeando desde el mastil de un campanario, me pongo a temblar.
No sabemos que jugamos con fuego, y que nos hacen utilizar símbolos para, y sin darnos cuenta, separarnos del vecino, los amigos, los compañeros de trabajo, las amistades de la universidad... ¿no ?...
Piensen ustedes lo que nos está pasando con los lazos amarillos, con unos simples lazos amarillos. Quien los lleva observa a quien no los lleva; mientras quien no los lleva, observa a quien los lleva.
Y aún dicen que no nos han separado y no han sentado prejuicios dentro de nuestra sociedad.
Esto es el principio. Lo pagaremos caro. Con intereses, vamos.
Y dos)
ResponEliminaCuando la misma prensa editada en Catalunya y firmada desde aquí ( M Lamelas. Barcelona), nos dice que :
"...Por tanto, la Diada necesita un éxito de afluencia y un ejemplo de buena organización. Tendrá, como siempre, el apoyo de TV3 cuyos informativos llevan días llamando de manera más o menos sutil a una manifestación que ya no se quiere inclusiva. No se espera que vayan todos los catalanes (sic). Basta con que acudan los de siempre, pero ni uno menos. Porque de lo que se trata es de mesurar cuánto han mermado las fuerzas después de los últimos reveses..." , nos está diciendo que es una manifestación PARA UNA PARTE y no para el conjunto. Y esta es otra de las variantes del asunto. Se han apropiado de los símbolos, las enseñas, las banderas y los pendones que hacían que to el pueblo, todo, fuera uno. Ahora ya no. Las mitades y parte más, consideran que no les pertenece ni el color amarillo ni la manifestación tal y como se lleva a cabo cada 11 de setiembre.
El asunto de la franja de edad de los separatistas es algo que hace algún tiempo me ha dado bastante a pensar.
ResponEliminaHará un par de años atrás, los de la ANC instalaron en la Plaza de la Bella Dorita de Barcelona ( donde está el histórico cabaret El Molino ), un puesto de información donde se repartía propaganda separatista y se vendían artículos de propaganda para financuar sus gastos. Una buena zona para sus fines, en la confluencia del Paral.lel y la Ronda de Sant Antoni, al lado de una estación de metro y de varias paradas de autobuses urbanos.
Durante meses fuí objeto de las "atenciones" de los militantes de la ANC cada vez que pasaba por allí, para "concienciarme" de los problemas de Cataluña, cosa que yo rehusaba amablemente en cada ocasión.
Durante todo ese tiempo, observé que aquellos simpatizantes de la ANC que se iban turnando en el proselitismo de su causa, eran en su mayoria mujeres que superaban la sesentena de edad.
En su momento no le di mucha importancia a esta particularidad, porque sencillamente me los encontraba en dias laborables, y hasta cierto punto, es lógico que encomendasen esa labor a gente liberada del trabajo diario como eran aquellas señoras ya jubiladas o con aspecto de serlo.
Pero después, viendo imágenes de asambleas y manifestaciones, creo que la mayoria de esos "hooligans" del separatismo de la ANC son jubilados y jubiladas de la tercera edad.
No es que un servidor sea un "pimpollo", pues ya estoy cerca de los sesenta, pero el grueso de ellos me lleva una década de edad.
Siempre había asociado el extremismo ideológico a la juventud. Yo mismo fuí un trotskista convencido cuando apenas me afeitaba, convencido de que la solución a los problemas durante la transición consistía en asaltar los cuarteles, armar al proletariado, y "liarla parda".
Pero aquello duró el poco tiempo en que tardé en darme cuenta de que los problemas complejos no admiten soluciones simples, y menos aún violentas.
Así fué como aquel rojo furibundo que quería saldar cuentas pendientes, acabó pensando que la social-democracia, la educación y la libertad harían de nosotros una sociedad mas justa.
Me equivoqué de medio a medio, pero eso es otra historia.
Creo que todos estos "abueletes" tan entusiasmados por la "república" son gente que han digerido peor que yo nuestro fracaso como sociedad. Vivieron la revolución cultural de los sesenta, el mayo del 68 y la transición con entusiasmo, con veinte y pocos, y creyendo que iban hacia un mundo mejor.
Se niegan a cree que su oportunidad de cambiar el mundo pasó ya hace tiempo, y andaban buscando abrazar otra "causa justa".
Y les han servido una pócima envenenada, una mezcla de nacionalismo tergiversado y fanático, basado en un supuesto supremacismo de Cataluña sobre España, hábilmente manipulado por unos políticos mas interesados en su bolsillo y en esquivar la cárcel, que en el auténtico bienestar del pueblo catalán.
Es la revancha de unos viejos "hippies" que nunca dejaron de ser ingenuos, y que se han pasado décadas soñando con lo que pudo ser y no fué.
Un servidor tambien ha sido un ingenuo. Pues creía que envejecer era acumular sabiduría y conocimientos mezclados con prudencia, y que a cierta edad, no te dejas embaucar con facilidad.
Pues nó, ¡¡ hasta en eso estaba equivocado !!, quién nace necio, es necio hasta su hora final.