El estado de la literatura catalana en Cataluña (1).
Las editoriales y los autores
a Laura Borràs, consellera de cultura
Media mañana, en un barrio de Barcelona algo más arriba de la avenida Diagonal. Luce el sol. Clima agradable. Un autor se persona en la sede de una editorial. Le han hablado muy bien de ella. Es decir: le han dicho que son buena gente. Y, cuando les conoce, le parecen simpáticos. Porque lo son. Campechanos, afables. El autor les confía su original. Lleva meses (acaso años) trabajando en él y lo siente como un hijo. Les confía el original a los editores simpáticos. Poco después, recibe la llamada tan esperada: su libro nos ha gustado mucho. Lo queremos publicar. Es más: deseamos publicarlo. Tiene una reunión con el consejo editorial, con risas y felicitaciones. Al terminar, le invitan a una caña en el bar de abajo. Dentro de poco te mandamos el contrato, le dicen. Un mes o dos más tarde, cuando el libro ya está en la sala de máquinas, el autor recibe un correo electrónico con el texto del contrato. Es entonces cuando, por primera vez, algo chirría en su estómago: le ofrecen 300 euros como anticipo, a cargo de los beneficios por los derechos de autor (alrededor del 8 o 10% de las ventas). El autor comprende que, con tantas risas y las cañas, se le olvidó preguntar por el asunto de los euros. O quizás no se olvidó, pero pensó que hablar de dinero, en aquel momento, iba a romper la magia del instante y que, tal vez, estropearía el buen rollito imperante.
En la reunión también le hablaron de como iban a promocionar el texto: artículos en la prensa amiga, ferias, presentaciones en varias librerías de renombre. En cuanto el libro aparece a la venta, el plan de promoción va ensombreciéndose: una presentación colectiva, la prensa amiga ya no lo es tanto, etc etc.
Un día, el autor descubre que, pasados dos o tres años, la editorial solo distribuyó alrededor de 300 ejemplares del libro. Se pone a echar cuentas y descubre que, si el dato es cierto (el autor jamás podrá comprobar la veracidad de ningún dato), es imposible que gane ni un solo euro por los derechos de autor generados. Las cuentas son muy simples. No hay que haber estudiado en Esade ni saber mucho de ingeniería financiera para darse cuenta.
Luego, el autor descubre como funciona el engranaje perverso que une al editor con el distribuidor (eso será un capítulo aparte, que resumo en una sola frase: cuánto menos se vende, más se debe publicar).
Sin embargo, en Cataluña son legión los autores (de oficio o de fin de semana) que desean publicar su libro. Contribuyen a ello las miríadas de escuelas de escritura y, sobretodo, la cosa patriótica. En Cataluña no se escriben novelas para engrandecer el arte de la novela ni la literatura en general, si no para engrandecer la patria. Es puro voluntarismo patrio, o el triunfo de la voluntad por la vía de la escritura. Es fundamental comprender eso para poder calibrar el fenómeno de un modo objetivo.
Nada nuevo cuento: el negocio del libro periclita año tras año. Para salvar los restos del naufragio hay editores que se echan al campo a la caza de posibles best-sellers, e invierten en obras de ínfimo valor literario pero que permiten pensar en buenas ventas, para salvar la temporada. No siempre funciona el truco, ni al burro siempre le suena la flauta.
Si eso se puede afirmar del libro en general, ¿qué decir del libro en catalán? Los números son dramáticos, y llevamos años en la pendiente hacia la nada. Hace unos pocos años, una de las "Vías catalanas" que reunían a miles de catalanes uniformados y enlazados para reivindicar su patria imaginaria transcurría por enmedio de una feria del libro en catalán. Era un 11 de septiembre, claro está. El "animador" de este sector, megáfono en mano, informó a los manifestantes jubilosos de que, en pocos minutos, un helicóptero de Tv3 iba a sobrevolar la zona y les propuso que saludaran con un libro en catalán en la mano. Solo unos pocos de los manifestantes acudieron a comprar... un periódico. En catalán, claro, pero un periódico en vez de un libro. Ojo al dato. Porqué un periódico sale más baratito que un libro, digo yo, y lo de la patria está muy bien mientras no nos cueste demasiada pasta. Hay que comprenderlo: esas buenas gentes llevaban casi 15 euros invertidos, porque 15 euros les habían soplado por el kit nacionalista de la ANC: camiseta estampada, fular y mochilica.
Como en catalán no se puede soñar con bestsellers, se opta por reducir gastos. Abaratar el coste editorial se puede acometer de varias manera, una de las cuales es pagar lo menos posible al autor. O sencillamente no pagarle. O incluso cobrarle por publicar, una práctica que, por lo que parece, se extiende (y también se practica en castellano, que conste).
Llevo años trabajando en sectores socieconómicos que rozan la miseria (o se hunden en ella) y se muy bien lo que acarrea la miseria: mezquindad, mala educación, falta de empatía, etc. No hay que tener muy presente la pirámide Maslow para acordarse de que los valores de la generosidad, la solidaridad y la empatía solo se pueden dar cuando uno tiene satisfechas sus principales necesidades. Mientras haya pobreza en casa, la casa estará tomada por los malos modales, el egoísmo y la tacañería. Lo que vale para un individuo vale para un colectivo. O para una organización: las pequeñas editoriales catalanas no escapan al esquema de Maslow. Todo lo humano me atañe, dice el bueno de Maslow.
El resultado de todo ello es dramático: en catalán se publica mucho, pero casi todo muy malo. Y eso explica, en gran parte, que ni por Sant Jordi se vendan novelas en catalán. El público lector, que ya era escaso, no tropieza dos veces con la misma piedra y opta por autores anglosajones o por la última novedad bien publicitada. Si a eso se le suma la ausencia de una crítica seria, sustituída por el amateurismo bochornoso de múltiples blogs de "reseñas" (ressenyaires, se autoproclaman, sin caer en la cuenta de que el sufijo "aire" espresa, en catalán, afición o hobby, folkclore), el diagnóstico nos acerca al desastre. Y el pronóstico nos lo planta en las narices. En un capítulo próximo, también, me voy a ocupar de la crítica y sus sustitutos. Prometo muchas risas, pues será un capítulo con citas textuales.
Por mi parte, he tomado la decisión de escribir lo que me apetezca pero no publicar nada en papel en mucho tiempo. Nada en catalán, se entiende.
Seguiremos informando.
Ya te comenté el problema con el que me vi reflejado en una segunda edición. La verdad es que de la primera jamás he sabido si se hicieron 100 ejemplares ó 300, pero como la cosa se ve que le funcionaba y para pillar la subvención que por lo que se ve se le otorgaba, pues eso.
ResponEliminaAsí que me he quedado sin segunda edición, sin saber cuanto se ha vendido de la primera, sin un duro de "royalties" y sin saludo por parte contraria.
Tampoco yo pienso en volver ha hacer nada.
salut