a la memoria de Terenci Moix, en homenaje a su grandiosa novela "El sexe dels àngels"
El cocinero solo cocina los domingos, y de entre todos los domingos del año, solo algunos domingos. Y cuando lo hace, solo cocina paella. Es su especialidad, le salen de rechupete. ¿El secreto? Doble ración de gambas, de las mejores, recién sacadas del mar.
-¿Te has fijado en que el pescador es charnego? Yo pensaba que por aquí no había...
-Una plaga, ya ves -responde ella, que contempla fascinada al cocinero.
Se trata de comerse un buen arroz con marisco pero también de echarse unas risas. Y es por eso que el cocinero, que en la vida laboral viste de uniforme, ha optado por una bromita. Lleva la gorra de plato, el cinturón con todos los aperos de cuero (porra incluída) y un tanga escueto, con la bandera estrellada por delante. Nada más.
-¿Has visto? Tengo la estelada más grande del pueblo. ¿Quieres ver como ondea?
Todos se ríen. Unos más que otros, porqué entre los invitados hay gente seria, de misa y carnet de la Lliga Democràtica Regionalista de Cataluña, el lustroso Liderecat.
Hay señores y señoras, entre los invitados. Es decir, gente muy moral. Todo el mundo sabe que don Javier lleva años acostándose con la asistenta filipina y que se recorre todos los prostíbulos de la comarca, pero todos se callan porqué don Javier da muchos dineros a la causa y además mantiene a una cobla sardanista entera y patrocina el Premi de Poesia Patriòtica Vila de l'Empordà. También se calla su mujer, quien a cambio del silencio y el respeto, se encama con el jardinero más joven y fornido de la cuadrilla de trabajadores que le cuidan la mansión. Todos saben que el chico es murciano, y casi todas saben de su buena dotación.
Está el presidente de l'Òrgan Cultural, tipo serio y como enfadado de normal pero hoy no suelta la botella de ratafía, de una marca olotina que ya producía ratafía para las tropas carlistas. Y un tal López anda medio escondido por atrás, espiando a las señoras con faldas cortitas o escotes profundos. López, el que antaño fue agitador de cervecerías y hoy líder de la Agrupació Nacional de Costellades, hombre influyente pero oscuro, tristón, se encuentra algo desubicado entre tantas glorias del pedigrí que no tiene. Ayer liberal y hoy carlista, López es un tipo listo y poco inteligente, y por eso ha percibido que el poder autonómico está en manos carlistas y ha sabido caerse de pie en el nuevo escenario. López sueña con ser ministro de algo o, en su defecto, comisario polìtico de cualquier cosa.
Y también está Meritxell Bestreta, una escritora que lleva años conspirando para que le den el Premi d'Honor de les Dèries Catalanes. Como la Bestreta ha venido a por lo suyo, se mantiene seria y sobria, y no ceja en torturar al primer incauto que se le preste con la lista de sus 193 novelas publicadas por la editorial Mantell de Montserrat, algunas de las cuales superan en catalanidad y perspicacia a las de la gran Mercè Rododèndrom. Cuando la escritora no consigue interlocutor, acecha una gamba descuidada y la engulle con la solvencia que le concede su dentadura postiza, que la ha rehabilitado como cazadora-recolectora. Su marido, antaño secretario de ayuntamiento franquista, anda por ahí, y aunque sea a cuatro patas sigue dándoselas de experto catador de vinos incluso cuando ya está desacreditado por completo. Pronto se le oirá roncar a la sombra de un palmito español mientras repite, en brazos de Morfeo: si no hubiese sido por mi sacrificio, la secretaría del ayuntamiento franquista hubiera recaído en manos de uno peor que yo, porqué yo, por lo menos, soy muy catalán, pero que muy.
Hay dos periodistas de Teleprincipat, un hombre y una mujer. Compiten entre ellos, a ver cual se muestra más ambiguo y bisexual, más accesible, ya que nunca se sabe y el periodismo está muy precario, muy jodido. El director del canal regional, un tal Fanchís, está en su casa muy cabreado por no haber sido invitado. Para consolarse, se piratea "Las barretinaires calentes amb xiruques", mito del porno catalanista. También están rabiando en sus casas respectivas Carles Campechano (su apellido les incomoda a los organizadores) y el pobre Surull, aquejado por un sarpullido que le afea el rostro y se lo atortuga un poco más. Cada vez me parezco más a Franco, verge santa de Montserrat! -vocifera solo, en el excusado.
De repente se produce un silencio y luego estallan los vítores y los aplausos. Acaba de llegar la anfitriona, María P. Rodola Querodolaràs, la dueña de la mansión en cuyo jardín se cuece la paella. Lo de llegar tarde a su propia fiesta lo hace por causa de su instinto de protagonismo demoledor. Algunos miran de soslayo hacia el jardín con ironía, para ver si también se ha incorporado al trabajo aquel jardinero tan apuesto que casi todas conocen. La señora es hija de la antigua saga de caciques locales que impuso su ley de fuego y hierro en el pueblo, y su abuelo es quien hizo quemar el local de la cooperativa de pescadores del pueblo para no perder negocio. Ella se desplaza entre un coro de agasajeadores y suelta frases algo ambiguas, como si estuviese algo obnubilada por alguna visión. De pronto, alguien lanza el grito que luego todos corean:
-¡In-incle- inclemènci-a!
Viéndoles asi nadie diría que aquí están los representantes actuales de la burguesía más rancia de Europa. Luis Buñuel soñó algo así pero esta gente no son de mucho Buñuel, que era baturro como esos que nos quieren quitar los tesoros de Sijena a nosotros, que somos más ricos y tenemos más estudios.
Justo entonces, el teléfono de Prudentmont vibra en su bolsillo. Lee el mensaje: la NASA advierte a las autoridades provinciales de que un meteorito de grandes dimensiones impactará en la península ibérica en menos de tres horas. Prudentmont, que obvia el trato vejatorio de autoridad "provincial" con que se le dirige la Agencia espacial, deja el ukelele que andaba afinando a su vera y les comunica a todos que lo de la independencia ya es un hecho, porqué el universo les ha escuchado y ha conspirado para complacer su propósito secesionista. Eso le pasa por leer demasiado a Claudio Coelho (a propuesta de su santa esposa).
Algunos, de estrangis, empalidecen y a su vez elaboran planes de fuga. La dueña de la mansión y su jardinero más contumaz le roban la barca de pesca al pescador charnego y ponen proa hacia Córcega, una isla llena de independentistas.
(Continuará)
Pues espero impaciente la continuación, hasta el (Continuará) me lo he pasado muy bien.
ResponEliminaEsta semana me he encontrado un par de veces con la palabra "charnego"
ResponEliminaEs una palabra con connotaciones peyorativas.
Los habitantes de las chabolas éramos casi todos "murcianos", o sease, personas de otras regiones venidas a la llamada industrial de la madre Barcelona. Charnegos eran los descendientes, si es que alguno de los cónyugues era autóctono de Catalunya. Así, que yo era charnego, porque mi madre era de aquí, pero mi padre no.
Se da el caso de que tenemos en nuestro gobierno de la generalitat a muchos charnegos que esconden (no podría ser de otra manera) su identidad.
Unos amagan su apellido. otros las señas de identidad de la madre. Los hay que sólo se apellidan con el segundo, para esconder el del padre, y todos, todos se inventan su historia, intentando pasar por puros de casta y honestos de condición.
Salut
...JO FARIA MONEDA FALSA PER DISFRUTAR DE CADAQUES I DE PAELLA...I ESTIC SEGURA QUE TU TAMBE.
ResponEliminaEsperant la segona part amb candeletes.
ResponElimina