Uno a veces entra en el duermevela ante la pantalla. Debe ser cosa de la edad. Antes esa pantalla me mantenía en vilo, ahora me aburre y me ayuda a entrar en el paraíso de las sombras: hay ocasiones en las que incluso me duermo con Iker Jiménez.
Un personaje frecuente en la pantalla soporífera es el politólogo, especie que tiene las variantes diurna y nocturna. El diurno parece más joven, y aparece con el alba, y de vez en cuanto sorbe el líquido de una taza invariablemente opaca que podría contener café o ginebra (dicen que en las entrevistas a Vladimir Nabokov y a Marguerite Duras, sorbían efectivamente ginebra de su taza). El tertuliano nocturno nos inclina a sospechar que practica la estrategia Nabokov-Duras, puesto que divaga más y ofrece perogrulladas igual o peores que su pariente diurno pero con una languidez mórbida superior y va vestido con menos elegancia.
Con la cosa del "procés", los medios públicos catalanes se saciaron de tertulianos expertísimos en el asunto. Apareció uno que me parece bastante sorprendente, un tal Ramon Cotarelo, de currículum incierto y anécdotas algo vergonzosas, y de talante furibundo. Amén de vestuario y peinado muy dudosos. Creo que Cotarelo calibró mal las cosas y pensó que, del mismo modo que uno transita de político sin cargo a tertuliano, se podía transitar de tertuliano a político con cargo: el error de cálculo es evidente y por eso anda ahora el señor tan enfurruñado en tu twiter.
Los tertulianos tienen algo de pitonisa y de alcahueta, aunque con título de alguna universidad colgado con dos chinchetas. Pronostican, vaticinan, señalan los errores que cometen los demás y sobre todo, les juzgan. Es un pasatiempo tan divertido como inane y encima te pagan. Hay uno que dice ser filósofo, con un verbo antisistema de derechas duras que haría las delicias de Fernando Pessoa.
A mi me gustaría ser politólogo, que es una categoría algo más elevada que simple tertuliano de esos que tanto opinan sobre un crimen horrendo como sobre corrupción política, las subidas del Nilo, el incendio de Lisboa o la colonización de Marte.
Tanto es así que tengo preparada mi primera intervención en la TV pública (aunque no le haría ascos a la privada).
Diré que veo una simetría indiscutible entre Vox y Podemos: el uno es el reverso del otro y ambos un populismo simplón (por no hablar del estupendo papel de comadrona que le hizo el independentismo al parto de Vox). Los segundos intentan presentarse como universitarios, académicos e intelectuales y los primeros tabernarios, pueblerinos y cazurros. La complementariedad es asombrosa, les digo. Aunque hay algo que se debe destacar de Podemos: fueron algo torpes al sembrar, ya que es Vox quien ha pasado a cosechar: el discurso antisistema de Podemos dio su fruto más tarde, y se lo llevaron los de Santi -tal como le llama, con cariño y proximidad, Bertín Osborne. En realidad, la única aportación de Santi a la política es ese homoerotismo tan frecuentado por el fascismo desde sus principios italianos.
Bueno, yo creo que con esta carta de presentación a politólogo, las televisiones me llaman enseguida. Pueden encontrar mi dirección de correo con facilidad. Nos vemos pronto en las pantallas, mejor de noche.
Ostras, estaré espectante.
ResponEliminaHay muchas preguntas que se están quedando en el alero. Aunque creo que este oficio de politólogo te viene bien. Deberías hacer alguna entrada, como aquella de los libros y así podríamos criticarte a go-go.
Un abrazo