Un juez se ha interesado por las visitas de un Anacleto ruso en el Palacete de la Generalitat, en el año de autos (2017, por supuesto). A raíz de las encuestas del juez, la prensa ha difundido algunos detalles de ese agente secreto, de nombre Sergei, invitado por nuestro Mortadelo local, un señor que se hace llamar Víctor Tarradellas, a quien un tal Sardà, amigo común le presentó. De Sardà se sabe poco. Se sabe que es un empresario que importa y exporta con Rudia, pero se desconocen sus empresas. Todo claro y transparente, tal como exige un guión de espías y triquiñuelas.
Cuenta este último (Tarradellas) que recibió una oferta del ruso consistente en mandar tropas y mucho dinerito contante y sonante (no en rublos, si no en dólares) para sufragar los primeros gastos de la república. También cuenta que al ruso se le subió la mosca a la oreja cuando se percató de que las autoridades catalanas no habían previsto absolutamente nada tras la declaración de la independencia y de que todo parecía ser, en efecto una chapuza. Parece que todo el mundo sabía de la chapuza enorme Todo el mundo menos los pobres ilusos independentistas que la creyeron. Tras lo cual, el Anacleto ruso se esfumó y nunca más se supo.
A uno, que es muy visual, le da por imaginarse las escenas vividas en el Palau y termino soltando lágrimas. Y aunque ya sabemos que los espías de hoy no son como el hombre que surgió del frío, no llevan gabardina y no reciben llamadas en cabinas de teléfono bajo la lluvia en un puerto cochambroso, no lo puedo evitar.
Es imaginable: Puigdemont agazapado tras una cortina observa la entrada del ruso por el Patio de los Naranjos pero no ve nada. Solo le parece intuir una sombra que se desliza bajo los arcos. Luego se encuentra una nota en papel amarillo, aparecida misteriosamente encima de su mesa presidencial. Alguien que firma con una "S" le cita en los lavabos del segundo piso. Allí, por fin, en el segundo retrete, se entrevista con el enviado de Putin. El ruso le pregunta:
-¿Con cuantas tropas cuenta usted para blindar fronteras y repeler al ejército español?
-Buenu, mire usted, tengo algunos mozos de escuadra libres de servicio.
Ante la ceja levantada del ruso, el presidente regional añade:
-Y tengo al pueblo catalán, dispuesto a todo. Y a un superviviente de Terra Lliure muy agresivo.
El aspecto improvisado y rural de todo lo que sucedió durante aquel año entre las bambalinas, con políticos jugando a héroes salvapatrias, conspiradores de pacotilla y bravuconadas varias nos permite intuir la calidad de la república prometida. Uno llega a la conclusión de que los políticos catalanes se olvidaron de sus funciones (gestionar lo público lo mejor posible y para el bien común) y dedicaron sus horas a jueguecitos patrióticos entre sombras, gintonics y declaraciones solemnes. Pero todo ello con un aire cutre. Solo así se comprende la visita del misterioso Sergei, recibido por las autoridades con la solemnidad debida al legítimo representante de la Gran Rusia.
A día de hoy, y con las andanzas de Putin en Ucrania, lo de Sergei adquiere un tinte macabro por detrás de lo cómico, que es insoslayable. Jamás sabremos nada de Sergei, ni de sus intenciones ni identidad, solo podemos afirmar que la Generalitat del 2017 fue un auténtico teatrillo de despropósitos y bodrios, cuyos detalles se van conociendo poco a poco, para pavor de la sufrida ciudadanía que corrió con los gastos.
Me sabe mal no haber aprovechado la ocasión para presentarme en el Palau como emisario de Corea del Norte, ofreciendo misiles Hwasong a buen precio. Previamente, me hubiese maquillado la cara de color amarillo, para aparentar un indudable coreano y teniendo en cuenta la predilección del gobierno local por ese color.
Y todo pagado a escote. De tal manera que aún están viviendo de aquello.
ResponEliminaPor suerte, fue una chapuza y no nos vimos involucrados en una contienda financiada por el exterior.
ResponEliminaSaludos,
podi-.