Resulta imposible escapar a la melancolía en un 1 de enero cuando se han cumplido unos cuantos ya. Uno aborrece los programas televisivos del año nuevo y busca refugios plausibles en cualquier rincón de la memoria o de Filmin, aún a riesgo de fracasar en el intento. Mejor el silencio que el ruido, mejor nada que mucho. Mejor el blanco y negro que el color. Ayer vi "Plan 9 from Outer Space", considerada la peor película de la historia del cine y, la verdad sea dicha, me lo pasé en grande. Luego vi "È estata la mano di Dio", la última de mi querido Paolo Sorrentino, que es una gozada infinita.
A partir de una edad, que no voy a precisar, uno ya no le busca un sentido a la vida. Se limita a buscarle explicación al dolor, a buscarle justificación. Y, a la vez, se busca la evasión. Hace pocos días me pareció ver un perfil renacentista en unos montes a la salida de Gandía.
Luego me puse a leer un ensayo sobre Alberto Durero, bueno, perdón, Albrecht Dürer. En el libro se habla repetidamente del grabado "Melancolía 1", que parece ser el grabado más contemplado a lo largo y ancho de la historia. Muchos (y muchas) han visto cosas relevantes en este grabado. El ángel... ¿es hombre o es mujer? ¿Hay un rostro misterioso insinuado en el cuerpo geométrico pentagonal? ¿Por qué una lavativa medio oculta tras sus faldas? ¿Puede un perro adoptar la postura del perro del grabado? ¿A qué mano obedecerá la cuerda de la campanilla que cuelga encima del enigma matemático que jamás se ha podido explicar?
Esas cosas me parecen, ahora, más interesantes que ninguna otra. Quedarse durante horas impávido ante el dibujo de Dürer. Intentando comprender algo que quizás no tiene explicación alguna, como el sentido de la vida o la justificación de la muerte, o el motivo por el cual debo llevar mascarilla cuando ando por una calle desierta, mediodía del 1 de enero de un año cualquiera.
En esa calle desierta languidece una bandera estrellada, en el balcón de alguien que quiere vivir en una nación histórica además de independiente del planeta y quizás ha empezado el año soñando con todas sus fuerzas que vive en una ficción posible. A día de hoy no hay viento que agite la bandera, y el trapo cuelga como un espantajo, una mortaja envolviendo un delirio exhausto. Me acuerdo de otro grabado de Dürer, el santo encima de su caballo indiferente a los mohínes de la muerte y del diablo que le acechan entre los árboles, al otro lado del camino que él transita, serio, pensativo, taciturno e imperturbable.
Así será el 2022.
Ayer también vi la de Sorrentino.
ResponEliminaQue buena!.
Qué gozada de peli, y que magnífica atmósfera.
Que guapa la tia del protagonista. Y que detalles, el de la pila, el de la marquesa...
La peli es como el prosses, decadente, pero tiene personalidad, cosa que lo de aquí como que es de risa.
Un abrazo
Buen año
Quedará pendiente el film.
ResponEliminaBuen año.
podi-.
¿Era un santo? ¿Hablamos del mismo jinete? La Muerte y el Demonio también acompañan a los santos, pero el jinete de Durero no es San Jorge aunque lleve armadura, lanza y corcel de guerra. Algo de santidad también tiene, hay que reconocerlo. Melancólicos saludos.
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