25 de jul. 2021

EL POPULISMO YA HA ALCANZADO A LOS GATOS


Me levanto con una noticia sorprendente: en mi ciudad de provincias se acaban de pintar unos pasos peatonales para gatos. Se trata de unas huellas color amarillo, que simulan las de un gato pero a tamaño gigante.

Leo, atónito, que esos pasos se pintan en zonas próximas a las colonias urbanas de gatos y, aunque el redactado es del estilo confuso propio de la prensa local, uno comprende que quizás también estén destinados a los perritos.

Tras leer, dejo caer el dispositivo encima del sofá y levanto la mirada hacia el cielo, aunque lo que veo es el techo blanco marfil del piso. Fuera, tras la cristalera del balcón, cae una lenta ceniza blanca y bailarina que tiene algo de apocalíptico. Hay un incendio lejano, pero la ceniza desciende aquí. El mundo es global. Como el populismo, que se extiende a este paso, titubeante pero seguro. Ahora veremos una huellas monstruosas de gato pintadas en la calzada. Significará que debemos aminorar la velocidad, no vaya a ser que nos salgo un gato. Jamás mataría a un gato. Soy de los que, cuando les entra un mosquito en casa, procuran ahuyentarlo.

No creo que este sea un problema acuciante en mi ciudad, y creo que hay asociaciones y voluntarios que recogen a los gatos que viven en colonias en los solares y los parques urbanos. Les recogen y les acogen, les vacunan y les cuidan. Las colonias urbanas de gatos constituyen un problema de salud pública, como todo el mundo comprende. Sin embargo, no se extermina a los gatos: se les recoge y se les da un plan de vida mejor.

En la misma mañana, algo más tarde, leo que una Ministra ha publicado un tuit solidarizándose con un ratoncito que se coló en un parlamento regional español y fue hallado muerto. Algún ujier debió de darle un escobazo y eso da pena, por supuesto, pero a la vez recuerdo los problemas de higiene y salud que trajeron los ratones urbanos en la Europa de unos siglos atrás. El populismo ha saltado de una especie a otras y no tiene ideologías ni fronteras, ni conoce límites taxonómicos.

El populismo de nuestros días actúa así: si por pintar una huellas amarillas en el asfalto me hago con el voto de los animalistas, todo eso que tengo. Luego quizás no tengo ni idea de como se gestiona una ciudad, pero los votos animalistas ya los tengo.

Es probable que, en mi ciudad, con este alcalde de populismo sin freno, pronto aparezcan otras ocurrencias estampadas en las calles. Bueno, en realidad ya lo hizo: pintó con la bandera del arcoiris unos bancos públicos para ganarse el voto del colectivo LGTBI, por el que no ha hecho nada más que poner pintura y luego sacarse una foto ante los colores. Quizás esta sea la única ventaja del populista: que se autorretrata y tiene el cinismo de subir la foto. Y les recuerdo que el término cinismo, palabra de latina de origen griego, desciende del término griego que designaba perro, animal al que los helenos consideraban desvergonzado por practicar sus necesidades en público y sin pudor alguno.

Mi ciudad, cuyos habitantes de la especie humana sufren las terribles consecuencias de la pandemia con altos índices de paro, de precariedad, de desahucios, de pobreza, tendrá ahora pasos especiales para gatos y perros, supongo. Me temo que el señor alcalde se reunió, durante su exitosa campaña electoral, con los dueños de mascotas y animalistas en general: les prometió algo a cambio y ahí lo tenemos. Pasos zebra para gatos. Dice la prensa local que Terrassa es la primera ciudad europea en aplicar esa medida, de modo que quizás deberíamos estar orgullosos de la patria chica que nos ha tocado.

La medida, siento decirlo, es ridícula cuando no grotesca. Cada vez que alguien tiene una ocurrencia novedosa debería pararse a pensar ¿porqué nadie antes lo hizo? La respuesta puede ser: nadie lo hizo antes porque es una estupidez. Del mismo modo que nadie inventó la rueda cuadrada. Y quizás no hace falta decir que ya existe una señal de tráfico oficial y universal que advierte al conductor/a de la presencia de animales domésticos en la vía: la ocurrencia es completamente inservible. O quizás sirve solo a los intereses del señor alcalde, que son, invariablemente, sacarse un selfie ante su ocurrencia pictórica.

El populismo, como la estupidez y la expansión del universo, no conocen límites. Mi ciudad se empobrece y se ensombrece en los índices de paro y fealdad, pero tiene pasos zebra para los gatos asilvestrados que viven en solares, ruinas y basura. Un nuevo éxito del populismo inane del señor alcalde, Jordi Ballart.

4 comentaris:

  1. !Ahhhh, que entrada tan tierna¡, pero si es que el título debería haber sido otro, otro con más empaque, más tronío, algo que nos hiciera ver a los que por razones que no vienen al caso no simpatizan con los felinos caseros, lo original, lo eco-bio y lo altruísta de este detalle por parte del "batlle" de vuestra ciudad.
    Algo así como: "Felibus et Municipium Flavium Egara", pero entiendo que la obra no está completa, y no está completa a la medida de que mucho poner paso de mininos pero se quedó sin la señalización perceptiva semafórica. Situar a cada bande de la acera unos semáforos con señales luminosas a tono con los titulares al uso, hubiera sido el toque final a tan magna y vital obra. El tono verde debería tener una cara de perro manso, tipo Pluto disneyliano. El amarillo debería tener un lazo, si un lazo, dado que Terrassa es una población que se presta a la alineación del futuro condicional puigdemontano, y el rojo, ay el rojo lo debería representar un barreño de agua caliente, porque de todos es sabido lo del refrán: huye como gato escaldado.
    Así te veo yo a este paso con tan magno representante ciudadano.
    En el concurso de los tontos sacaría el segundo premio. No llega para más.

    Un abrazo

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  2. Esto ya es delirante, dedicar recursos a semejante memez.

    Es en el fondo lo mismo que sucede con la "Cola-Cau", a falta de ideas realmente útiles, y de resolver problemas reales, bien están las "ocurrencias", para el consumo de los acólitos

    Así, quieren dar la impresión de hacer alguna cosa mas que dormitar en la poltrona.

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  3. La verdad es que la "comicización" de los mensajes públicos no hacen otra cosa que tratar al ciudadano como si fuera idiota, y es que quizás en cierta medida lo sea. En Barcelona, ya hace varios alcaldes de esto, también nos dicen las cosas como si fuéramos niños, con mensajes en las playas de colillas gigantes que dicen "a mí me tiras aquí" y cosas por el estilo. ¿En qué punto de la historia reciente se dieron cuenta - o creyeron - que dejamos de entender un "no tirar colillas en la arena" o la simple señal de peligro indicando la presencia de animales sueltos o en su defecto un posible cartel?

    podi-.

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