Me resulta difícil: ¿por donde empezar? Llegué a Criando ratas por pura casualidad, casualidad de la buena, cuando cacé algo al vuelo en Radio Nacional. Escuché una entrevista a Carlos Salado en el coche cuando la emisora que sintonizaba se puso a hablar de fútbol y me salí de ella echando chispas. Ahí estaba Salado, artista completo y director de la cinta, aparte de músico con una obra muy extensa. Salado estaba presentando su disco de rumbas Uña y carne, que es una prolongación de Criando ratas en plan work in progress. (Hay que reseñar la voz de Antonio Clavería, con un desgarro en la garganta que hiela la sangre).
La visión de Criando ratas (exhibida en Youtube... ¡gratis!) crea una extraña sensación de déja vu y a la vez de fascinación, casi una epifanía. La parte del déja vu es por haber visto, antes, algunas cintas de lo que se denominó el cine quinqui: ya lo saben, el Vaquilla y el Torete, las películas que nos mostraron la España de la que nadie hablaba pero muchos conocíamos.
Mi vida profesional me ha llevado a los barrios del cine quinqui, y tras muchos años en esos barrios uno los siente como algo tan familiar, próximo y entrañable como su propia vida. De ahí, pues la epifanía: Salado vuelve al cine de los barrios de la periferia con una mirada nueva, más próxima al documental que al naif de Perros callejeros y sus secuelas. Salado consigue momentos de una poesía cruda y brutal poquísimas veces logradas en el cine español. Casi nunca.
Salado es un poeta metido en el cine, del mismo modo que lo fueron Tarkovsky y Pasolini, de quien hay algo en esta cinta. (Aunque Salado no incurre en la obsesión por el perfeccionismo del maestro ruso, y tolera la imperfección con una naturalidad y una solvencia apabullante). Si ustedes le piden al cine que les emocione y les ponga la piel de gallina, deben ver Criando ratas. Y quizás harán como yo, que la vi dos veces seguidas, tras un breve instante de pausa para fumar un pitillo y mirar al techo, absolutamente trastornado y habiendo perdido el sentido del tiempo.
Como en las películas de Pasolini, su protagonista, este Cristo impagable, podría ser un modelo de Caravaggio que ha cobrado vida y se mueve ante sus narices. Con el tiempo me van a dar la razón. Repánselo despacio y encontrarán a varios Caravaggios en esta película.
Ese barrio que filma Salado parece ser un barrio de Alicante, pero yo lo llevo viendo desde hace muchos años en Cataluña, aunque es una Cataluña de la que no se habla cual tabú, puesto que Cataluña vive ensimismada en un esencialismo que necesita soslayar la realidad para seguir existiendo en los discursos de algunos políticos, de algunas cadenas de televisión. Ese barrio está en Barcelona, en Badalona, en Hospitalet, en Sabadell, en Terrassa, en Santa Coloma, en Castelldefels, en San Adrián, en Gavá, en Viladecans. También en Martorell, en Igualada, en Gerona, en Tarragona, en Reus. En Balaguer, en Lleida. Y también está, aunque nos lo oculten, en las muy nuestras Ripoll, Vic, Olot, Berga. Y perdónenme por las ciudades que olvido, quizás por una razón de economía o de estilo.
Debo agradecerle a Carlos Salado ese trabajo fascinante, esa poesía arrolladora y llena de verdad que se mete en las venas, abre los ojos y cierra la boca.
Lo dice muy bien Carlos: yo les cuento la realidad. Luego los profesores, los padres y los políticos sabrán lo que deben hacer. Yo no se lo voy a decir.
Así que nada, Carlos, si por un casual lees estas torpes líneas apresuradas, sepas que aquí hay un catalán fascinado y agradecido por tu obra. Que solo ha empezado.
Por si alguien decide dedicarle poco más de una hora, les dejo el enlace a la película aquí.
Gracias, la veré un día de estos, cuando pueda disponer de una hora tranquila.
ResponEliminaUn abrazo
Pues la verdad es que... mejor si la ves en una hora tranquila, ya que la peli te puede dejar sin aliento.
EliminaGenial película, factura impecable, montaje un poco caótico y dicción de los actores difícil de seguir (no se entiende una mierda lo que dicen pero eso le da realismo), como obra me parece muy buena. Y coincido contigo en lo de la visión casi documental y la poesía cruda.
ResponEliminaPero tengo que decir que este tipo de películas me deprimen mucho, ya me ocurría con las de José Antonio de la Loma. Eso sí, doy gracias a dios (si lo hubiera) de no haber tenido nunca ningún tipo de contacto con gente así, ni haber conocido barrios así a pesar de haber vivido en Hospitalet y en Barcelona, y haberme recorrido unas cuantas ciudades de las que mencionas. Ya dijo nosequién que hay muchos mundos pero están todos en éste, espero y deseo no encontrarme nunca en un mundo como el reflejado en la película.
No obstante, quedo impaciente esperando una segunda parte que me ha parecido entender tiene prevista el autor.