Deberían incluir, propongo, en los programas de estudio así como en los de la televisión, algo que se titulase "valores republicanos", o cualquier cosa por el estilo. La Ilustración de Diderot y sus colegas, así, con mayúscula en la I, se dedicó a ello y no les fue nada mal. Aquellos valores de hace algo más de doscientos años, son los que nos orientan y, con más o menos intensidad o fortuna, rigen nuestro país, nuestras leyes y nuestra jurisprudencia. Casi todo lo que somos y lo que tenemos quienes no disponemos de hacienda o de apellido ilustre, valga la ironía, emana de esos valores paridos en la Francia del XVIII pero amamantados en medio mundo.
Deberían explicar que el republicanismo no consiste en cortarle la cabeza a un rey, del mismo modo que quienes creemos que la Tierra es esférica no proponemos, como argumento ni como estrategia, la decapitación de los terraplanistas. La palabra república está aquejada del mismo mal que lo está la palabra democracia y, en cierto sentido, las palabras fascismo o comunismo.
Demasiadas conversaciones terminan con la reductio at fascium, cuya expresión anterior era la reductio ad hitlerum. Si no estás a favor de los míos eres un facha, y discusión zanjada. Lo he visto (lo he vivido) demasiadas veces. Es un recurso infantil y torpe, pero muy eficaz: en cuanto me llaman facha se que la charla ha terminado, que no puede haber más diálogo y que será mucho más productivo que me ponga a regar las plantas de mi balcón.
Otra palabra severamente enferma es libertad, que cayó en manos de los liberales por razones obvias y semánticas, pero es un tema más complejo y hoy no tengo el cuerpo para eso.
En Cataluña llevamos muchos años metidos en un laberinto, quizás sin salida, cuyos muros son el palabrerío vaciado de sentido, y en ese vericueto imposible andamos cada día un poco más perdidos, más extraviados, más perplejos. Y quizás más tristes, más apesadumbrados. Quienes creemos en los valores republicanos debemos ver como unos que reivindican una república reniegan de todos los valores republicanos para imponernos la dictadura de la masa, generalmente enfurecida. La masa, el pueblo, el pueblo verdadero. ¡Claro! La palabra verdad no podía faltar en la lista de las palabras malitas. Aunque hay que ser honestos: verdad lleva muchísimos años enferma. Y, por lo visto, las palabras enfermas se han agrupado y las han confinado, bajo llave, y la llave se la tragó el dueño del sanatorio.
Hay, en Cataluña, una república intermitente que viene y va por los meandros de los discursos, las declaraciones solemnes, los atletas de la democracia, los héroes/víctimas de las esencias. A veces aparece la democracia, a veces se va: es imposible discernir qué hay de democrático en el Consell de la República que se ha pergeñado un señor en Waterloo, imposible encontrar indicios de republicanismo en sus textos repletos de épica, de drama, de comedia y de mala uva. Y de una visión, medio eufórica medio naif, sobre el mundo en el que vivimos. No encuentro rastro de aquella mirada, quizás también demasiado optimista, que creó una cultura europea, una democracia europea medio imperfecta pero que, al fin y al cabo, es el mejor de los mundos dentro del mundo. Me refiero al mundo real: el de los sueños me encanta, pero uno debe acordarse del principio de realidad, tan grave y tan pesado como la gravedad que tanto nos pesa. Al igual que la gravedad, que nos mantiene unidos a la tierra, la realidad nos mantiene unidos entre nosotros en la necesidad, única e imperiosa, de comprender que el planeta es para todos y que solo el diálogo, el pacto y el acuerdo entre los distintos es el único valor a tener en cuenta. Y es un valor republicano.
[Ahora, si lo desean, llámenme facha o botifler por haber escrito en favor del diálogo. Las plantitas de mi balcón necesitan un poco de agua, eso traslúcido y bueno que nos mantiene con vida].
Cuando Aristóteles visitó una por una las 158 ciudades estados griegos (Polis), para escribir posteriormente como y de que manera se regían a su conveniencia en su libro "Política", lo que hizo fue un enorme estudio empírico.
ResponEliminaAsí, cada una, no tenían porque entender lo que nosotros llamamos democracia. Unas eran estados militares con un rey o dos a la cabeza; otras eran tiranías. Algunas eran oligarquías; otras, repúblicas, pero en todas las Polis reinaba el consenso de que lo que había era lo deseado y aceptado por el pueblo. O sea, la palabra no estaba prostituida ni banalizada, decía lo que quería decir.
Sobre la palabra "feixista", o "facha", tan de moda y tan gastada, no habrá nadie que se ponga de acuerdo, porque en realidad la usa peyorativamente los "camaradas de ¿izquierdas?" para denigrar al contrario cuando le tildan de tirano sanguinario, mientras se olvidan de que Pol Pot, Mao, Fidel, Stalin, Kim Sum, Ortega o Chávez se han llevado miles de vidas, por no decir millones en algunos casos de vidas por delante.
Sobre la banalizada palabra "libertad", puntualizar que hay más libertad en Cataluña con su autonomía, que la que puede regir en cualquier país de Europa. No se admitiría ninguna tontería en Francia con Córcega; ni en Alemania con la Silecia; ni en Italia con Lombardía; ni en EEUU te admiten bromas de una Texas independiente. Ni Inglaterra con la Irlanda del Norte.
Ya no te digo Rusia, que ves lo que se está volviendo lentamente a anexionar (Crimea de momento).
Y sobre la palabra "verdad" acotar una reflexión filosófica. No es lo mismo "la verdad" que "lo verdadero". La verdad es una tapa de una olla expres. Si la enseño por una parte, me dirán que es redonda, con una maneta en el centro y un pitorro; si la enseño por la otra, me dirán que si, que es redonda, pero que no tiene maneta y que no tiene pitorro, y las dos personas me estarán diciendo la verdad, su verdad, que será una verdad a medias y por lo tanto errada; lo verdadero es que hay que mirar las dos caras, las dos partes, para saber que se está en lo cierto.
Un placer y perdona la extensión
salut
Palabras que se vacían de su contenido original. Una perversión semántica como aquella de llamar "democracia orgánica " a una simple dictadura.
ResponEliminaUn saludo y feliz día.
Hay una cita que me he guardado, porque son cosas a las que conviene prestar atencion y no perderlas de vista, es esta:
ResponElimina"Como pretexto ponen la libertad y otras hermosas palabras. Nadie que en la Historia haya ambicionado someter a otros bajo su dominio ha dejado de emplear esos mismos términos". (Tácito. Historias IV, 73).
Yo soy una persona de diálogo, me paso la vida negociando cosas, desde camiones a contratos de servicios a financiación.
La base del dialogo, para mi es clara, hay que tener una mente abierta y flexible. No es el caso de estos, ¿como se puede empezar un dialogo con "referendum si o si"?
Seria lo mismo que, por ejemplo, España anulase todas las autonomías y cuando algunas regiones fuesen a negociar un estatuto, el estado central dijese "autonomía no o no".
Negociar con un fanático no lleva a nada, porque son insaciables y lo que hoy negocias, mañana no vale.
Un saludo.
No, Lluís, nadie puede llamarte facha ni cosas de estas, lo que has escrito es de una clarividencia total, desenmascaras la gran mentira de una republiqueta y el interesado y enorme desconocimiento que tienen estos aprendices de brujo de lo que es una república y no en balde nos recuerdas el principio de realidad. Sin una revolución ilustrada no saldremos del hoyo en el que nos han metido estos aprendices de Goebbels.
ResponEliminaSalud