Samuel tiene 19 años recién cumplidos, vive en un barrio suburbial y estudia formación profesional en un instituto que se cae a pedazos por la dejadez de las instituciones catalanas, en el sur de una población del cinturón de Barcelona. Des de su casa hasta el instituto hay más de tres kilómetros y se los patea cada día arriba y abajo. Dos billetes de autobús urbano al día son un presupuesto difícil para Samuel.
Samuel tiene ese perfil del joven español en su etapa anarcoide y nadie sabe hacia qué tendencia tenderá. Es un buen estudiante y está provisto de una inteligencia especial. Redacta muy bien. Sabe resumir, sabe sintetizar, sabe escribir introducciones correctas y cerrar sus trabajos con reflexiones lógicas, brillantes, bien argumentadas. Dispone de una madurez que sorprende. Cuando todas esas características aparecen juntas, los profesores nos frotamos los ojos y nos pellizcamos. No vaya a ser que estemos soñando.
Samuel solo viste de negro integral o de blanco integral, va aseado y se peina un poco a la antigua. Cualquiera se da cuenta de que la ropa de su armario es escasa. La compra en los mercadillos. Alguna vez pide un euro prestado, para tomarse un café. Estudia en el turno de la tarde porque trabaja en muy precario por la mañana y a eso de las siete se cae de sueño: a esa hora lleva más de doce horas levantado y entonces es cuando yo entro en el aula y le hablo de teorías: habilidades sociales, asertividad, perspectiva de género. (En el currículum no se habla de perspectiva de clase porque no está en el programa).
Samuel y yo hemos tardado meses en hablar de tú a tú. Es muy reservado y su experiencia con la clase docente no fue un jardín de rosas.
Samuel pregunta, cuando se le encarga un trabajo, si lo puede escribir en castellano. Yo le respondo, de la forma más asertiva que puedo, que debemos seguir las normas. Pero él, que es listo, intuye lo que pienso. Quizás alguna vez se me haya escapado, entre líneas, que preferiría la enseñanza bilingüe aunque me atenga a la ley porque creo en la democracia, y que, para mi, el castellano debería ser considerado lengua propia de Cataluña.
Un día, cuando nuestra relación ya era más fluída, le pregunté en un aparte por su reticencia a escribir en catalán. Samuel me miró con sus ojos grandes, negros y lánguidos, los entornó y me respondió:
-¿Tú crees que a una mujer le pone que le diga “treu-te la samarreta?” ¿A ti te pondría eso? ¿Verdad que no? ¿Qué piensas tu que pasa cuando a tu ligue le pides que se quite “les calcetes”? Te lo digo yo: te mandan a freír espárragos. Ni se te ocurra ligar en catalán.
Ni se te ocurra ligar en catalán, eso me lo dijo Samuel. Y yo me quedé pensativo.
Hace algunos años, Albert Boadella se permitió escribir que "el catalán produce infelicidad en sus hablantes". Más allá del ánimo provocador del dramaturgo, algo relevante hay en su afirmación: ¿y si todo fuese tan simple como que el catalán no sirve para lo que de verdad importa? Pueden imponer el catalán para aprobar exámenes, para obtener una plaza de funcionario, para rellenar una solicitud de trabajo o de subvención, pero no pueden imponerlo para lo que de verdad importa. Estamos hablando de los jóvenes, y todo el mundo me entiende. Si el idioma catalán es inservible para esa función del lenguaje que se pongan como quieran las autoridades: lo tienen muy mal. Las autoridades perdieron la batalla de la lengua.
¿Tan difícil es admitir que el castellano es lengua propia de Cataluña? No les voy a ofrecer argumentos históricos (que los hay): les hablo de lo más elemental, de la vida, del sexo, del puro instinto, del puro impulso vital. Contra eso lo tienen todo perdido. Eso me lo contó Samuel, un joven de 19 años recién cumplidos. Y a renglón seguido de escucharle pensé en las diatribas interminables de Pau Vidal y de todos los abajofirmantes del manifiesto Koiné, pensé en las millonarias campañas y las multimillonarias políticas lingüísticas de la Generalitat catalana. Todos ellos deberían escuchar la frase de Samuel, 19 años, suburbio del extrarradio. Si el catalán no sirve para follar, ¿para qué diablos sirve?.
Hace algunos años, Albert Boadella se permitió escribir que "el catalán produce infelicidad en sus hablantes". Más allá del ánimo provocador del dramaturgo, algo relevante hay en su afirmación: ¿y si todo fuese tan simple como que el catalán no sirve para lo que de verdad importa? Pueden imponer el catalán para aprobar exámenes, para obtener una plaza de funcionario, para rellenar una solicitud de trabajo o de subvención, pero no pueden imponerlo para lo que de verdad importa. Estamos hablando de los jóvenes, y todo el mundo me entiende. Si el idioma catalán es inservible para esa función del lenguaje que se pongan como quieran las autoridades: lo tienen muy mal. Las autoridades perdieron la batalla de la lengua.
¿Tan difícil es admitir que el castellano es lengua propia de Cataluña? No les voy a ofrecer argumentos históricos (que los hay): les hablo de lo más elemental, de la vida, del sexo, del puro instinto, del puro impulso vital. Contra eso lo tienen todo perdido. Eso me lo contó Samuel, un joven de 19 años recién cumplidos. Y a renglón seguido de escucharle pensé en las diatribas interminables de Pau Vidal y de todos los abajofirmantes del manifiesto Koiné, pensé en las millonarias campañas y las multimillonarias políticas lingüísticas de la Generalitat catalana. Todos ellos deberían escuchar la frase de Samuel, 19 años, suburbio del extrarradio. Si el catalán no sirve para follar, ¿para qué diablos sirve?.
Conozco el catalán de forma directa desde 1972 pero tuve más tiempo para "saborearlo" en 1987. He llegado a la conclusión de que es vehículo de perversidades. Las lenguas modelan las almas, eso lo tengo claro.
ResponEliminaMucho me temo que tienes razón, aunque se debería debatir. A pesar de los posibles matices, insisto en que te daría la razón. Es complejo para contarlo en un comentario pero ahí lo dejo.
EliminaHace poco acudí como voluntario a un comedor social para gente excluída (y hambrienta). Es decir: no hablo de sexo, si no de hambre pura y dura. En el centro de Barcelona. No me puedo imaginar ninguna interacción positiva ni empática en catalán en aquel comedor. Eso también es un dato.
EliminaHermano LLUIS...ahi le has dao..pero de eso no se dan cuenta, y además, es imposible explicarlo, hay que vivirlo.
ResponEliminaSalut
No se puede contar la vida a quien vive lejos de ella.
EliminaHemos entrado en la inexplicabilidad, hermano Miguel. Es inútil que me esfuerce en explicarlo, tienes razón.
EliminaJoder nanu, cada vez mas te vuelves mas sibarita y debo acudir a la RAE para saber de que va el palabro usado, en este caso "Folgar" o sea follar, aunque la RAE dice :Tener ayuntamiento carnal !!
ResponEliminaTío no me imagino el Ayuntamiento teniendo Folgares con sus ciudadanos.
En fin, me estoy volviendo vintage por lo que se ve.
Bueno, en realidad "folgar" es un arcaísmo. Así que esta vez el "vintage" soy yo.
EliminaVaya, eso no se me había ocurrido (aunque los que somos sosos tampoco ligamos mucho en castellano). Pero puede que tengas razón, de hecho mucha gente opina que los caminos del folgar son mucho más fáciles de transitar para hablantes franceses e italianos. Ah, aquella Bardot y aquella Jane Birkin susurrando el "Je t'aime" (las dos al mismo individuo, ninguna a mí, qué mal repartido está el mundo...)
ResponEliminaY se me ocurre ahora que esa fama que tienen los vascos de que tampoco frungen (de frungir, verbo inventado, creo, por un monologuista que triunfa mucho en un teatro de la Rambla) quizá tenga el mismo origen, y es que, señores, un "te quiero" dicho en vasco ("maite zaitut") tampoco suena muy erótico...
Pensar que una lengua (sea cual sea ésta) puede modelar el alma o que no sirve para ligar o lo que sea, es prejuicióso, irracional y supersticioso. Las lenguas solo son la forma de transmitir información entre seres humano, no hay más.
ResponEliminaQue un chaval del suburbio sea del suburbio no le da la razón. Hay que tener cuidado como nombramos las cosas, eso de suburbio a mi me viene a la cabeza sitios como Compton de los 90.
ResponEliminaLluís, muchos de estos jóvenes que tu dices que son de "suburbio" en diez años van a tener una vida más exitosa que la que he tenido yo en 40, el tiempo me quitará o me dará la razón, y que conste que me parece bien....per lo menys uns o altres tu.
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