Una expedición al Reino de los Lazos
Capítulo 1. Arenys de Munt, el principio
El día amanece gris. Un gris de niebla sucia. Los domingos grises son un fraude. A las 11 y pico de la mañana en Arenys de Munt. El pueblo sale de un sueño turbio. Tristeza. Muchas fachadas alicaídas. Me doy cuenta de que solo he visto gente mayor en la Rambla Francesc Macià, la calle principal. Hasta pasado un buen rato no aparece una mamá de treinta con un niño de dos montado en una moto de plástico. No volveré a ver gente joven por la calle. En el interior del Café La Puntaire, completamente vacío, atiende un hombre mayor, amable. Quizás porque he decidido hablar en un catalán neutro, sin acento barcelonés. Hay dos camareras fumando en el zaguán, soñolientas. Una sola mesa ocupada en la terraza. Fachadas cansadas, negocios que echaron el cierre y la herrumbre devora la persiana metálica.
Hay algo que sorprende: el pueblo que organizó el primer referéndum para la independencia, en un ya lejano 2009, y con cuya chispa se organizó algo más tarde el referéndum de Artur Mas (2014) y luego el de Puigdemont (2017), a día de hoy parece haber olvidado la hazaña. Nada recuerda su chispa iniciática. Esperaba ver decenas de celebraciones del gesto precursor, mitificado por todas partes. Nada. Entre los pueblos de la comarca este es, quizás, el que menos lazos amarillos exhibe. Es cierto que hay algunos, pero están raídos, exhaustos. El fuego amarillo palideció. Hay banderas esteladas en algunos balcones, pero la mayoría ajadas, tristes trapos desgarrados, espantapájaros de una civilización extinta.
La niebla desciende, el aire se enfría. Esperaba encontrar más casas de indianos, pero para verlas deberé esperar a la tarde, cuando me vaya hasta Arenys de Mar, en donde hay muchas y muy notables.
Cada vez que veo la casa de un indiano me acuerdo del indiano que hubo en mi familia. Me lo contó la abuela, que llegó a conocerle. El hombre se marchó a hacer las américas y regresó años más tarde. Apareció en el puerto de Barcelona con un traje de lino blanco y un sombrero de ala ancha, también blanco. No llevaba ni una peseta en el bolsillo. Contó que se hizo inmensamente rico en Uruguay. Y que luego se arruinó. Solo traía pruebas de lo último. En Montevideo le pegó un sablazo a uno de Sevilla y con el dinero timado se compró dos bocadillos y el billete de vuelta.
En Arenys de Munt hay indicios de las fortunas amasadas en América, pero al igual que los lazos y las esteladas, son indicios exsangües, anémicos. Una de las casas con un leve acento de ese modernismo de pueblo que triunfó en los primeros años del XX es hoy el hogar de un chatarrero vocacional. Quizás sufre el síndrome de Diógenes. La antigua fortuna americana es solo una sombra. Quizás este hombre tenga seis millones de euros en el banco, lo desconozco, quizás pase hambre entre las paredes de la mansión que fue admirada antaño. En esta casa no hay símbolos independentistas. Unos cartelitos modestos, por el centro, anuncian la venta de tickets para ir a Perpiñán, a un acto que organiza Puigdemont. 15 euros. El local que los vende está cerca, así que me voy a verlo. Es una librería humilde, de las que venden libros, juguetes, papelería, regalos. Me planto ante el escaparate. Hay una decena de libros expuestos. Nueve de ellos en castellano, y el catalán es de Anagrama. Yo esperaba una explosión de literatura de y sobre los presos, la terrible represión, las sacrosantas urnas. Pero no hay nada de eso y la temperatura sigue descendiendo. La niebla me deposita unas gotitas microscópicas en la cara.
Como parece que la niebla aclara por la parte del monte, ando rambla arriba. Las recientes tormentas han hecho estropicios, nada grave. De repente, uno llega a la explanada en donde se anuncia el Santuario de la Virgen de Lourdes, que es un remedo apañado del santuario francés. La capillita en la falsa cueva imita a su inspiradora gala. Un hombre mayor está sentado en un banco y mira a la virgen blanca. Quizás reza en silencio. Un cesto recoge donativos, protegido con prudencia tras una verja robusta. Cuento algo menos de dos euros en monedas pequeñas. Le lanzo una, también pequeña, que rebota y se pierde tras un visillo. Esperaba ver esa capilla repleta de menciones a los presos, lazos amarillos, fotos de Junqueras o de Turull. Pero no hay nada de eso. Nada de nada. No salgo de mi asombro. En la mesa de los velones, solo uno es amarillo. Los demás son azules, verdes, blancos, rojos. Todos llevan la etiqueta del precio: 1,50 euros.
A unos metros del santuario hay un merendero enorme. Está repleto de gente. Es temporada de "calçots" y hay montones de familias asando cebollinos en las barbacoas humeantes. Un rayo de sol que había rasgado la niebla reverbera en el humo de la leña y produce un vago efecto misterioso, aunque dista mucho de anunciar una aparición mariana. Me paseo entre las mesas. Solo escucho hablar castellano. Salvando a una familia árabe, los más discretos de todos. La niña lleva un vestido de fiesta, con muchas lentejuelas plateadas. Se la ve contenta. Sus lentejuelas brillan por sí solas, sin exigir la luz del sol. Hay muchos latinos. Me pregunto qué deben pensar, los latinos, cuando pasan a las seis de la mañana ante las casas vetustas de los indianos venidos a menos. Estamos en el merendero de los pobres. Aquí hay muchos niños.
Languidece el impulso que lo empezó todo en el pueblo que lo empezó todo. Quizás sea que el procés ya es un zombi, y si es un zombi conviene pensar la forma de que nos deje en paz, no vaya a ser que al zombi le de por morder a los vivos. Se debe pensar cómo se inserta a esos casi dos millones de catalanes en la Cataluña viva y democrática en donde nos apetece vivir como vivos en una vida plena, pacífica y convivida.
En Arenys de Munt hay indicios de las fortunas amasadas en América..."
ResponEliminaEn América y en África, no olvides que el comercio de esclavos, que es la base de la riqueza catalana a partir de la primera parte del 1800, recorrió tanto la Jamaica y Cuba caribeña como Liberia o Sierra Leona africana.
Recomiendo un libro que pondrá la piel de gallina a algunos, hará pensar a otros y dejará señalados a terceros: "Negreros y esclavos, Barcelona, y la esclavitud atlántica siglos XXI-XIX" de Martín Rodrigo y Alharilla y Lizbeth Chaviano. Ed Icaria
Salut
que maravilla como escribes
ResponEliminate felicito