19 de jul. 2019
En un mundo sin Puigdemont
Estamos sentados en una terraza viendo pasar a la gente, como en el principio de una rumba de Albert Pla de los noventa. Mendigos de procedencia variada circulan entre las mesas. Algunos ofrecen algo a cambio (pañuelos, abanicos) y otros solo piden (ofrecen la exhibición de la miseria). El camarero, que está al quite, les ahuyenta con un par de monosílabos, con voz barítona y poderosa, una función que debe estar incluída en la descripción de su trabajo.
Imaginamos como hubiese sido si..., y de que cosas nos ocuparíamos de no ser por el independentismo que arrasa con todo, que lo consume todo, que nos consume a todos. No se trata solo de que, posiblemente, nos estaríamos ocupando de las desigualdades sociales, de la cultura, de la cooperación, de las paradojas de la corrección política, de las tendencias en las relaciones y los intereses culturales de la gente joven, de la educación y sus nuevos retos, etc. Sobre el último asunto (la educación, no el etcétera): el único reto de moda en la educación catalana es vigilar, castigar y cambiar la lengua que usan los niños en el patio de la escuela, vaya gran debate mediático-nacional.
En un mundo sin Puigdemont estableceríamos relaciones distintas y posiblemente otras, y conservaríamos algunas de las que se han quemado en el campo de la identidad nacional, y nos sentiríamos mejor en nuestro ecosistema social, lo cual redundaría en nuestro bienestar y, en definitiva, en nuestra salud. Mi contertulio me hace notar que los adeptos al independentismo se comportan como una variación mínima de los fanáticos de un equipo de fútbol, y creo que acierta (¿el sentimiento barcelonista está, también, en la génesis de la fe de los indepes?). Lo malo es que a mi, quien el fútbol ni me gusta ni me interesa, la presencia del fanatismo futbolero jamás me había impedido relacionarme con alguien ni había puesto trabas ni impuesto silencios en ninguna conversación.
Sin Puigdemont ¿seguiríamos mirando Tv3?. Eso es dudoso y casi improbable. Tanto mi contertulio como yo llevamos años sin sulfurarnos ante el "sesgo independentista" de la cadena pública, que a algunos les ofende. Ese sesgo es ofensivo, claro, pero ¿sorprenderse ahora? Sorprenderse ahora de algo que lleva sucediendo durante más de dos décadas no merece la pena.
Mientras regreso para casa en el tren, algunas horas más tarde, voy leyendo el libro que compré antes, los ensayos completos de Jaime Gil de Biedma "El pie de la letra", editados en octubre de 2018 por Random House, en esa colección digna y tan asequible que es "De bolsillo", una colección que poco a poco va ocupando mi modesta biblioteca. El último capítulo del libro está dedicado a lo que el editor titula "Textos dispersos", y es ahí por donde empiezo, por una predisposición natural mía hacia este tipo de textos. En un mundo sin Puigdemont gozaría más de ese libro.
Podría compartirlo y discutirlo con más personas, en un mundo sin Puigdemont. Hay un artículo en concreto ("Del amor como tema literario") que me ha regalado ese placer que solo se puede encontrar en la lectura: la prosa delicada y exquisita de Gil de Biedma, esas frases y esa ironía (muchas veces socarrona) que desprende, con ese estilo tan propio de la prosa de los poetas. La verdad es que me importa un bledo de qué asunto trate Gil de Biedma, porque siempre es lo mismo lo que ocurre: el placer, la sorpresa ante una sintaxis tan bella, el adjetivo, el ejemplo, ese destello de sensibilidad, inteligencia y cultura, el amor por la cultura, el arte literario, sin el cual la vida es tan poca cosa.
Pero entonces, durante el viaje en tren y mientra me hipnotizaba a mi mismo leyendo a Gil de Biedma, he recordado la conversación que tuve, cuando yo tenía 25, con un hombre de las letras y el poder, próximo a Pujol, quien me sentó ante la mesa de su despacho oficial para sonsacar mis preferencias literarias. Yo acababa de publicar algo, y él me ofreció unos minutos de su tiempo, de incalculable valor. Me sermoneó un rato: la importancia trascendental de escribir en catalán, la función sagrada de esta acción (años más tarde escuché algo sobre los "guerreros de la lengua catalana" para referirse a los que publicábamos en catalán, cosa que me dio un susto tremendo y despertó en mi el impulso de abandonar el catalán para pasarme al castellano, como finalmente hice). Durante su charla didáctica, el poeta bien pagado y bien pegado al poder me soltó una defensa del amor conyugal tan entusiasta y desmedida que me abochornó: ese no se ha leído a Gil de Biedma.
Por fin, el intelectual orgánico me preguntó por mis escritores catalanes preferidos y yo, a medio camino entre la ingenuidad y la provocación le solté: Marsé, Gil de Biedma, Mendoza, Vila-Matas. El hombre se ofendió, aunque consiguió dominar bien sus emociones y solo me transmitió su mítica cara de póker. Dijo: "Gil de Biedma... Ese no es catalán. Hay que leer a los catalanes-catalanes, los que escriben en castellano habiendo nacido en Cataluña no cuentan, pueden ser grandes escritores, pero son grandes escritores españoles, esos no cuentan ni nos deben importar".
Nota: como uno puede imaginarse, la existencia o no del ser humano llamado Carles Puigdemont me trae sin cuidado, y cuando hablo de "en un mundo sin P." me estoy refiriendo a lo que él representa, al malestar que genera su influencia en una sociedad maltratada y frágil, a la que es tan fácil engañar con debates identitarios y estériles y, en última instancia, al clima de confrontación, a la reducción intelectual que ha inoculado en el mundo de la cultura, a su lamentable atentado contra la convivencia -y contra la inteligencia. Es más: al ser humano llamado Carles Puigdemont le deseo que viva, y que viva en paz aunque sea en Tailandia, del mismo modo que le pido que nos deje vivir en paz a los demás, porque es injustificable que, para mantener su presencia en los medios y para sostener su dudosa influencia en lo público, nos inflija malestar a los demás.
Lamentablemente, ése hombre no es anécdota, sino categoría....
ResponEliminaExacto. Por eso no me molesta en tanto que hombre, ya que sus paranoias y sus debilidades no me son ajenas. Me molesta en tanto que categoría, y en tanto que, como categoría, es imitado, seguido o adulado por personas que parecen inteligentes en sus campos del saber, pero que se transforman en niños cuando hablan sobre patrias e identidades nacionales.
EliminaLluís, por mera curiosidad: ¿el poeta próximo a Pujol del que hablamos es C.D.? ¿El que tras la conclusión del pujolato (y consecuentemente de su estancia en Palau) descubrió el potencial cultural de las sopas Avecrem?
ResponEliminaSabes mi opinión y mi experiencia.
ResponEliminaPara mi no cuenta quien te desprecia. No gasto energía en taimados.
salut
Estamos en lo de siempre, es la confrontación entre la cultura y la "cultureta".
ResponEliminaUn debate estéril y agitado por los que viven y viven muy bien a costa de la "cultureta" y de la ignorancia supina de muchos.
Una buena forma de financiar coches de lujo y residencias en el Empordá.
Y lo que realmente me parece grave, es la perdida de tiempo que está suponiendo todo el asunto del "procés". Nuevos problemas se suman en nuestra sociedad a los ya conocidos, sin que nuestros políticos tengan la intención y la capacidad para solucionarlos o mitigarlos.
"Vae victis".