La lectura de Vuillard en versión original no es nada fácil para quien, como yo, estudió francés durante cuatro cursos del Institut Français de Barcelone (calle Moià), mientras cursaba el BUP, y luego solo ha practicado algo en el cine en VO y en algunas lecturas más bien simples. Ahora, cuando el que me pagó aquellos cursos de francés ya no puede protestar, puedo confesar que muchas de aquellas tardes extraescolares las pasé en la sala de cine de la academia (gratis para los alumnos) viendo cine negro francés, es decir, "polar": Alain Delon un montón de veces, Clouzot, el joven Depardieu, Jean-Pierre Melville, y algo de Resnais, que no era "polar" pero era terrible. Recuerdo muchas secuencias de "Providence", uno de los filmes que más me ha impresionado, visto por aquel yo no solo imberbe sino mentecato, un auténtico petimetre que se las daba de algo, no recuerdo de qué pero de algo, de algo que no era ni fue.
La prosa de Vuillard es brillante y grandiosa, y a la vez esforzada, de lectura lenta. Contiene párrafos de más de diez líneas construidos con una sola frase. No todo el mundo sabe hacer eso. Es decir: muy pocos saben hacer eso. Solo transcribo uno de esos párrafos. Para muestra, un botón. Atención a la apertura de la frase: "Et le soleil", y al cierre: "la gloire".
Et le soleil, par-delà les choses, fit émaner d'eux la puissance; par une ironie sanglante, lui, le père des Incas, parla une langue de feu, fit don aux chrétiens du sang de ses fidèles, leur octroya une jouissance inouïe sur la terre d'anéantir et de fonder; leur permit même de détruire sa propre idolâtrie, de faire jaillir depuis une source plus profonde le sacré, de parcourir -bêtes nomades- des milliers de collines, de ferrer leurs mules avec de l'or, d'aller -jusqu'aux limits extrêmes de la certitude, aux confins de l'affirmation et de la négation- s'entretuer, s'unir, se séparer comme nul avant, peut-être, n'avait eu l'occasion ni la force de la faire; libres, profanant tout, d'une iniquité considérable, portant dans le coeur une conception enragée de ce qui est, voyant sans cesse la richesse devenir feu et cendres, sa lumière éclairant une fondation et une dévastation sans mesure, la fin d'un monde -la gloire.Vuillard es honesto y claro. Y contemporáneo sin remilgos, sin flatulencias contemporizadoras. Pizarro y sus compañeros de aventuras eran analfabetos, iletrados. Uno de ellos huía por haber matado a una mula que le confiaron en custodia, el otro era un porquerizo. Esos hombres conquistaron América, combatieron y vencieron al Inca, destruyeron un imperio y pusieron los cimientos de otro, el nuevo. Atravesaron montañas, valles, glaciares. Se aliaron con algunos pueblos para derrotar a otros. Participaron en innumerables guerras fratricidas contra otros españoles, lucharon entre ellos, se traicionaron, se putearon. Nadie es capaz de explicar muy bien el asunto: cuatro gatos arrasaron un continente, exterminaron, violaron, pegaron fuego, conquistaron un mundo y luego se mataron entre sí. Todo es muy español, tan español como Llarena contra Puigdemont, como Marchena contra Junqueras. Como Junqueras contra Puigdemont. España.
Al principio del texto, Vuillard dice algo sobre la fascinación, el oro, la fama. Le pegaban un arcabuzazo al cielo y llovía oro [La independencia de Cataluña nos traerá 16.000 millones de euros extras, dijeron.] Sus gestas recorrían el mundo entero, el mundo entero conocido entonces. Pizarro sufrió mil contratiempos, y siguió para adelante. P'alante. Sufragó de su bolsillo caballos, artillería, milicianos. No solo era analfabeto: era crédulo, ingenuo, bestia, asesino sin remordimientos, ávido de riquezas. Y a la vez desprendido, iluminado por el fuego, heroico, ejemplar, loco. Pizarro inaugura un mundo y una época mientras destruye un imperio lejano. La tragedia de Pizarro es la tragedia de nuestro mundo, el de hoy. Con él empieza todo. Un analfabeto está en el génesis de nuestro mundo. El ruido que provoca la caída del imperio del Inca resuena todavía en el planeta, es ese ruido de fondo, el mundo que declina, el mundo que asciende. El ansia por el oro, el deseo irrefrenable de la fama, la caravana de soldados e indios arrastrando cañones por las sendas andinas que filmó Herzog en "Aguirre, la cólera de Dios". Todo está allí, en ese instante en manos del analfabeto Pizarro y sus compañeros.
La historia creó mitos, pero tras los mitos está la verdad, que es más interesante que el mito. Creo que eso es lo que quiere contar Vuillard con su prosa brillante, reluciente, arrolladora. ¿Para cuándo un Vuillard que nos cuente a Jaume I? ¿Para cuándo una crónica de los almogávares con el brillo del autor francés? ¿Acaso los almogávares eran menos analfabetos, brutos y asesinos que los conquistadores de América? Todas las historias necesitan una revisión tal como la hace Vuillard, que pretende escribir para un lector de hoy, libre de prejuicios. Se debe contar el pasado con las palabras de hoy, aunque "hoy" es, en realidad, "ayer". Hay que hablar con el conocimiento que nos da la racionalidad para comprender de donde venimos. Y no venimos de ninguna otra parte que no sea el horror. No se puede comprender la mitificación del pasado, porqué en el pasado solo hay barbarie, bestialidad, ignorancia. Horror. ¿Cómo se puede mitificar el pasado medieval para justificar aventuras contemporáneas destinadas a crear naciones? Hay que leer a Vuillard y recordar, a la vez, al coronel Kurtz de Conrad, y la historia de la colonización del Congo a cargo de los belgas (un asunto del cual Vuillard también se ocupó).
Hay que aprender a mirar al pasado mitificado, mirarle a los ojos y poder decir: amo lo racional, la democracia, las constituciones. Amo las leyes democráticas y la separación de poderes. Odio a las naciones y sus mitos. Quiero vivir en paz, en democracia, en la ley compartida. Reconozco que venimos del horror, de Pizarro y de las guerras, de las tribus, de los almogávares, de los mitos fundacionales, de los héroes iletrados, de la barbarie, de los gritos guturales ("Patria o muerte", "independència o mort", etc). Pero no me interesan los gritos guturales patrióticos, no los quiero para mi ni para mis hijos. Que las naciones, los imperios y las guerras sean una ilustración, un motivo de reflexión, una motivación del arte literario. Y nada más que eso. Hay que convivir con la pesadilla heroica del pasado como convivo con la pesadilla de la última siesta demasiado larga. Ni patria ni muerte ni mito ni mentira ni héroe de una tarde en una declaración.
Democracia, igualdad y vida.
Maravillosa publicación ojala pronto tengamos ese libro traducido. Gracias Lluis
ResponEliminaTambién, a decir y en honor a la verdad, nos hace falta que alguien de la escuela francesa nos describa con total objetividad la conquista de Argelia; del África Occidental Francesa (Afrique Occidentale Française, o AOF) ocho territorios franceses en África: Mauritania, Senegal, Sudán francés (ahora Malí), Guinea, Costa de Marfil, Níger, Alto Volta (ahora Burkina Faso) y Dahomey (ahora Benín); del Congo francés, de las Antillas y la Guayana; de Tunez, Niger y Madagascar; del protectorado de Marruecos; del Chad, e incluso de los diamantes que aún se explota en la República Centroafricana.
ResponEliminaLos conquistadores españoles no tuvieron piedad. Pizarro era un porquero, jamás había visto la mar, pero sus ambiciones no tenían límites. Los directores de cine franceses lo han retratado bien; pero amic LLUIS, no he visto ninguna película con cierta profundidad de un director francés retratando a los suyos en las carnicerías habidas por África y América. Quizá porque los franceses son, y de todos es sabido, un poco chauvinistas.
Salut
Un abrazo
Exacto.
EliminaClaro, primero empecemos a odiar a las naciones oficialmente reconocidas, sus mitos y sus "poderosos de la tierra" y yá luego seguiremos con lo regional. Lo que no es de recibo es querer machacar a lo regional, hacer comparaciones exageradas y mirar hacia el otro lado con los oficialmente reconocidos.
ResponEliminaNo te parece Lluís?
Creo, Sr JOAN, que todo es más simple de lo que nos quieren hacer ver. Que tenemos muy poco tiempo para disfrutar de esta vida, y que la mayor parte del tiempo la pasamos en la creencia de que somos diferentes al resto de la escalera.
ResponEliminaLos del primero porque son "panchitos" y seguro que son los que tiran las cosas al patio interior. Los del segundo porque han colgado una estelada de tres pares en el balcón, y sin embargo no se presentan en la reunión de escalera (¡ y luego quieren que les hagamos caso¡). Los del tercero porque han puesto una española de aquellas peperas que más valdría que se guardaran en el baúl, claro que ella siempre ha sido una mandona insoportable...no me extraña que sea de "esos". ¿qué decir de los del cuarto?, sonnn.....siii...eso, ahora les llaman gais, vaya par ¡¡¡ Los del quinto menudos...se creen los amos del mundo porque él tiene un BMW ¡ más valiera que no hicieran tanto ruido por la noche ¡
Yo vivo en el sexto. Todos me quieren. Soy amable y considerado. Hablo catalán y castellano sin ningún problema, a los "panchitos" incluso pongo el acento y todo. No es por decirlo...pero no me extraña que todo el mundo me quiera.
Un abrazo
salut
Mi caso es un poco diferente, mi presencia es totalmente indiferente o no crea filing con los demás, y en parte me gusta que sea así. Por el otro lado, no me permito a mi mismo cuestionar el porqué el vecino a colgado una estelada o una española, eso son cuestiones que no me deben incumbir. En las pocas ocasiones que tengo trato con los demás, siempre trato a todo el mundo por igual sean de donde sean, tengan las tendencias sexuales que sean, o la raza que sean.
EliminaSalut
Pues mira por donde, yo que penaba que los conquistadores iban conquistando esos mundos con flores y buen rollito, como los romanos a quienes nadie cuestiona o los griegos que son el espejo de nuestra civilización... Me he llevado una desilusión..
ResponEliminaUn saludo
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ResponEliminaYo siempre he cuestionado la conquista española de América y me parece como cualquier conquista, la obra de una mezcla de ambiciosos y hambrientos deseosos de pillar un cacho de pastel. Al final es lo que han hecho todos los conquistadores del mundo. Cuando los griegos llegaron a Persia, no fueron buscando flores. Cuando los romanos tomaron Hispania, no era para ver el clásico, nunca mejor dicho, en el palco del Berbabeu sino para atiborrarse de los metales de Las Médulas, en León (que viene de la palabra latina Legio) y de los metales de la actual Huelva, antes Tartessos. Todas las conquistas han sido sangrientas, dwsde la musulmana de toda Hispania en 8 años hasta la de los reinos cristianos en 800.
ResponEliminaMe hacen mucha gracia los catalanes nacionalistas que hablan de la crueldad española en América cuando los catalanes del reino de Aragón que se encargaron de Mallorca no dejaron bicho viviente, literalmente. ¿O se creen que allí se habla catalán porque bailaban mejor que los musulmanes? El deporte favorito era catapultar cabezas de moro dentro de las murallas de Madina Mayurca. Como todos. Y los americanos precolombinos tenían ciertas costumbres digamos estrafalarias. Y todo dios que se ha expandido, joder. Bueno, hay una diferencia: en México, centro y sur América quedan bastantes indígenas. En el norte, casi menos que bisontes. Y alguno más que en Mallorca