Hace cinco días me llegó un correo. En él, el director de una editorial de Barcelona que desconocía por completo me pregunta si quiero seguir recibiendo información de sus novedades. Cuenta algo sobre una nueva normativa europea sobre protección de datos y bla bla bla. La verdad es que ni me sonaba el nombre de la editorial ni soy consciente de haberle pedido nunca información alguna. Por consiguiente, no respondí.
A los dos días llegó otro correo del mismo editor. El tono era menos amable. Aunque el texto no se salía de la corrección educada, alguna frase indicaba un cierto reproche por no haber respondido al primero. Pensé que quizás mi mala memoria me la estaba jugando. Así que visité la página web de la editorial, por si acaso se me refrescaba (la memoria). Todo el mundo sabe que, a partir de cierta década de la vida -la que empieza por el 5, es frecuente el olvido y la laguna.
Pero la visión de la web de la editorial me confirmó que jamás tuve relación alguna con el editor. Sus títulos caen muy lejos de mis intereses. Tiene un montón de material referido a la guerra de 1714 y a otros hechos de la historia de Cataluña, tratados con una perspectiva más que evidente: solo hay que ver los subtítulos y las banderas estampadas en las cubiertas para comprender. Así que, de nuevo, no respondí al correo.
Pasaron dos días más y llegó el tercero. ¿Será el definitivo o habrá una cuarta misiva?. En este, el editor abandona toda esperanza de corrección y me recrimina. Y yo, de nuevo, vuelvo a la web de la editorial para hacer un estudio más profundo. Dentro de mi pecho asoma, de nuevo, la posibilidad del error y la culpa. En esta ocasión me leo la presentación de la editorial, que está en la pestaña "Qui som" (Quienes somos). Me informo entonces de que la editorial la fundó un conocido prócer del catalanismo, que no llega a padre de la patria pero podría aspirar a primo. En las apenas 12 líneas que forman el texto de presentación en donde se expresa la filosofía de la empresa, la palabra "Catalunya" solo aparece una vez, pero lo hace tres veces "país": "el nostre país", "el servei al país" y "país" a secas. Cabe destacar también la expresión "el fet identitari català" en lugar destacado.
Me pasé un rato meditando: el editor contumaz en sus correos actúa tal como lo hacen los independentistas más furibundos. Una vez han descubierto que su causa no obtiene bastantes adhesiones por parte de la ciudadanía catalana, han decidido que es necesario "ampliar las bases" del secesionismo. Pero en ese empeño se han olvidado de empolvarse la patita del lobo con harina para engañar a los cabritillos, y su táctica es esa: o te adhieres o eres un malnacido. Y así les va. Es más o menos la estrategia del señor Torra: pretende ganar adeptos (o incluso pedir diálogo con el adversario) después de tratarle a palos. A no ser que crean en la eficacia de la amenaza, su planteamiento parece un mal planteamiento. Malo, por lo menos, para hacer amigos.
En 1938, en las trincheras de Aragón, des de la trinchera franquista mandaban mensajes a la trinchera republicana prometiéndoles, a los posibles tránsfugas, un buen sueldo, comida abundante y tabaco gratis. Era una estrategia pueril, si se quiere, pero parece que contenía algo más de inteligencia que la del insulto. Luego les mandaban bombas, claro está, y lo digo porqué hay que decirlo todo.
Como todo el mundo que haya publicado (o lo haya intentado) sabe, la relación con el editor no es un camino de rosas. Ni de vino. Así que, si un editor quiere ganar adeptos a su causa, podría prometer la publicación de algo cuando le escribe a un autor que no está en sus filas. Y Torra, podría, por ejemplo, prometer algún carguillo a los españolistas que se pasen a su bando. Digo yo. A veces eso ha funcionado, y no voy a dar ejemplos, porqué son de sobra conocidos. Creo que eso sería más eficaz que mandar insultos.
Ayer, una editorial de Madrid de la que soy cliente me mandó un correo para recabar mi adhesión a su publicidad. El tono era divertido, desenfadado. Su propuesta era: si quieres seguir recibiendo nuestras noticias responde a ese correo con un: sí, quiero. Lo hice sin dudar.
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ResponEliminaLa verdad es que yo también tengo mis cosas con los editores. Como todos. Lo hablaremos un día de esos, ahora que llegan el verano y mis vacaciones. El panorama está crispado, y no solo en el mundo editorial: por lo que veo, también en las playas. Un día de esos va a haber bofetones en una sesión de yoga, y ese será el mayor logro del amarillismo.
EliminaUnos tan buenos y otros tan malos, que curioso...
ResponEliminaGracias por dejar un comentario, Pastant. Si puedes y te apetece me gustaría que desarrollaras tu crítica.
EliminaCreo, PASTANT, que cada uno explica por su experiencia lo que le ha pasado. Quizá si hubiera topado con otro editor las cosas hubieran ido diferente.
EliminaPero en Filosofía hay el método inductivo (va de lo particular a lo universal), y como he dicho, sólo hablo de mi experiencia porque me he topado con él.
De todas formas, PASTANT, sería bueno, para mi también, que pudieras de desarrollar el argumento, pues no se trata de buenos y malos, se trata del problema del editor pequeño y la carencia de distribución dependiendo de varios factores que no se dan en el resto peninsular.
Gracias por su atención.
Salut
Estimado LLUIS.
ResponEliminaTe comenté en una ocasión que había tenido mís problemas.
Perdona por suprimir el comentario pues no quiero que te veas afectado por mi experiencia, que al final de cuentas sólo es mía y no deseo corresponsabilizar a nadie o que nadie se incomode con la página por lo escrito.
Las cosas no van por ahí. Y ya sabes que yo no he ganado en enemigos, he ganado en silencios.
Tenemos pendiente un encuentro, espero que venga Eulalia. Tengo que darte unos 30/40 ejempleres de la revista modernista Pluma y Lápiz, que se imprimieron en el 1900. Se que les darás buen uso en tu biblioteca y en donde se anuncian pintores de la talla de A Utrillo, Casas y toda aquella pléyade de dibujantes de Els Cuatre Gats.
Un abrazo
Otra vez te pido disculpas.
Salut
A ver si cuando termina el curso nos vemos. Un abrazo y gracias.
EliminaAcabo de leer estos dias un par de ensayos sobre el viejo arte de manipular la historia. No es que yo tenga tendencias masoquistas, pero en estos trabajos siempre se aprende algo nuevo de como tergiversar los hechos para adaptarlos a la ideología de quién los reivindica, o de quién los denosta.
ResponEliminaA raíz del tercer aniversario del final de la Guerra de Secesión, han surgido toda una série de publicaciones, relatos novelados, ensayos, que han sido destinados a reforzar el sentimiento victimista, y a justificar el independentismo con argumentos que poco o nada tienen que ver con los hechos reales de aquella guerra.
Muy pocos saben que Rafael de Casanova invocó la defensa de España en la arenga a sus tropas el once de Septiembre, ni que aquellas tropas lo único que realmente pretendían era defender a su ciudad, a sus familias y a sus bienes del saqueo de los vencedores.
Sobre la traición y el abandono a su suerte de Barcelona por parte del bando austracista, tampoco se dice gran cosa en estas publicaciones.
Todo en ellas es magnificar la perfidia y maldad de los Borbones, la supuesta pérdida de libertades que significaron los decretos de nueva planta ( como si el paupérrimo pueblo llano hubiese vivido en una arcadia feliz bajo el poder de los Austrias ) y la persecución de la identidad catalana.
Han pasado cuatro años de la efeméride, y supongo que el limón exprimido no dá para mucho más, teniendo en cuenta lo poco que leemos en este país a un lado y otro de la Franja de Poniente.
Así que intentan mantener el bombardeo publicitario a pesar de la nueva ley de protección de datos, y quieren mantener sus ficheros actuales a toda costa, aunque tengan que ponerse insolentes. Quizás con todo esto tenga que ver las subvenciones que tan generosamente han recibido estos editores de la Conselleria de Cultura, y que hay que justificar con la difusión de la publicidad a cuentas de correo electrónico.
Todo tiene su explicación.
Un abrazo.
te recomiendo un libro que encontrarás por Iberlibro: "Otra historia de Cataluña", de Marcel Capdeferro (colaborador de Pla). En Cataluña no se encuentra (!!!) en ninguna librería, yo lo compré en una librería de Sevilla.
EliminaRechazo tanta solemnidad y pompa, muchos viven pensando que son imprescindibles para la especie humana. Pobres tontos.
ResponEliminaEstoy completamente de acuerdo. El asunto identitario hace que muchas personas se sientan importantes por ser catalanas, ya ves.
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