Nací en una familia venida a menos en la que las estrecheces económicas nunca menguaban, así que
muy pronto desarrollé un interés por la literatura fantástica que podría calificarse de prematuro. La ficción, lo raro, lo misterioso y lo dudoso me sedujeron enseguida y por imperativo vital, así que, siendo muy joven, o mejor incluso antes de ser joven, cuando se empezaba a vislumbrar el final del niño tontorrón que fui, di con una revista que, durante algunos años, fue lo más maravilloso que había visto jamás.
Se trata de “Mundo desconocido”, una publicación que, todavía hoy, se encuentra en los puestos de los anticuarios. La verdad es que la edición era bonita, elegante. La dirigía un tipo en el que todo resultaba tan intrigante como bello, empezando por su nombre: Andreas Faber-Kaiser. Andreas nació en Barcelona en 1944, ya que su padre tuvo que largarse de Alemania unos años antes de esa fecha.
Andreas fue uno de los primeros espadas del ocultismo y la ufología del final del franquismo y lo de luego, y un hombre culto, buen divulgador de teorías tan fascinantes como la que cuenta que Jesucristo no murió en la cruz y que su resurrección es un camelo urdido para ocultar la verdad: que el Cristo, medio muerto, huyó del sepulcro y emigró hasta Cachemira, en donde se puso a predicar de nuevo bajo otro nombre. Y, además, Andreas Faber-Kaiser era un tipo guapo, caramba: hay que contarlo casi todo si es que uno se quiere expresar.
Mi tío paterno tenía un establecimiento de peluquería, y en la mesita de los que esperan el turno tenía una pirámide de revistas. Mi tío también era un hombre inquieto, aunque no supe de todas sus inquietudes. Lo del esoterismo, los extraterrestres y la historia oculta estaba en su lista, eso sí lo sé. Como el tío Luis descubrió mi interés por los mundos alternativos, de vez en cuando me regalaba los números antiguos de “Mundo desconocido”, que yo devoraba y guardaba para devorar de nuevo, pasado un tiempo, simulando que había olvidado para poder maravillarme otra vez, pasadas unas semanas. Gracias a las lecturas de “Mundo desconocido” descubrí montones de enigmas y de misterios que hoy todavía planean por el mundo, vivos y coleantes, aunque, desgraciadamente, han adquirido un aire de rollo barato, de feriante caduco. Todo tiende a la ruina.
Muchos años más tarde de lo anterior, y cuando me documentaba para un trabajo sobre los parapsicólogos catalanes de la transición que nunca llegué a escribir, conseguí dar con uno de los colaboradores de “Mundo desconocido”, que ya estaba muy senil. Se hacía llamar “Profesor” aunque ni era maestro ni poseía título universitario alguno. Según me contó, su verdadera pasión siempre fue el submarinismo. Murió en 2001. El Profesor X (voy a nombrarle así por respeto) me contó muchísimas cosas y casi todas fascinantes, asuntos que trataban infinidad de quimeras: visitas de seres extraterrestres, su pasado como soldadito español de la Quinta del Biberón, su estrecha amistad con un poeta catalán en el exilio de México -un poeta críptico también dado a visiones ultramundanas y algo confusas.
Sentado frente al Profesor X, escuchando su relato repleto de seres espaciales, poetas místicos, niños soldados, conspiradores, espías, falsos agentes de la Cía, muertos revividos, periodistas locos, la serpiente emplumada, Luis Buñuel, el exilio en el México de los muertitos y las vacas voladoras, la policía secreta y siniestra de Franco y todo lo demás, comprendí que entonces, antaño, cuando me incliné por el misterio y los mundos ocultos, había acertado de pleno. Había elegido el camino correcto. Hacia el final de la entrevista, el Profesor X me contó algo que no puedo reproducir por completo y que me olió a testamento y, a la vez, a que había comprendido algo de mí.
—Hay, en el lugar que te indicaré, una ventana a otro mundo en donde todo cobra sentido. Está en un embalse, no muy lejos de aquí. Tienes que sentarte a observar. Verás los árboles de la otra orilla reflejados en el agua. Verás que se reflejan todos. Todos menos uno. Es allí, justo en el lugar en donde debería estar el reflejo. El reflejo no está, porqué está en el otro lado, y en el otro lado. Deberás meterte en el agua pero no te preocupes, solo hasta las rodillas, no te cubrirá más que eso.
Luego de contarme esto, el Profesor se levantó con dificultades, me tendió la mano y dio por terminada la entrevista al tiempo que llamaba a una mujer que se presentó enseguida como si hubiese estado todo el tiempo tras las bambalinas. Era una mujer enjuta, menuda, antipática -y probablemente muda- (¿su hija? ¿la asistenta?), que me acompañó hasta la puerta de la casa. Entonces caí en la cuenta de que no me había ofrecido ni tan solo un café: el Profesor X vivía en una pobreza casi extrema.
Estuve buscando el embalse. Me recorrí varios. Me di cuenta de la imprecisión que hay en "no muy lejos de aquí", dicha por boca de alguien que se ha recorrido medio mundo. Y me di cuenta de que había obrado como el caballero Perceval cuando no supo preguntar la pregunta oportuna ante el Rey Pescador: No muy lejos ¿pero donde?.
Jamás hasta hoy he sido capaz de encontrar el lugar del reflejo soslayado hacia la otra dimensión, pero sé que existe y que algún día voy a dar con él. Será un día de alegría, este, como los días en que llegaban los números atrasados de “Mundo desconocido” a mi poder. Lo que pueda suceder después me atemoriza un poco, pero creo que lo sé desde hace mucho tiempo.
Postdata. En tiempos antiguos, el pueblo se iluminaba y encontraba inspiración leyendo vidas de santos. Andreas Faber-Kaise fue uno de mis santos.
[Una versión muy parecida a esta, pero no idéntica, se publicó hace unos días en La Charca literaria].
Andreas fue uno de los primeros espadas del ocultismo y la ufología del final del franquismo y lo de luego, y un hombre culto, buen divulgador de teorías tan fascinantes como la que cuenta que Jesucristo no murió en la cruz y que su resurrección es un camelo urdido para ocultar la verdad: que el Cristo, medio muerto, huyó del sepulcro y emigró hasta Cachemira, en donde se puso a predicar de nuevo bajo otro nombre. Y, además, Andreas Faber-Kaiser era un tipo guapo, caramba: hay que contarlo casi todo si es que uno se quiere expresar.
Mi tío paterno tenía un establecimiento de peluquería, y en la mesita de los que esperan el turno tenía una pirámide de revistas. Mi tío también era un hombre inquieto, aunque no supe de todas sus inquietudes. Lo del esoterismo, los extraterrestres y la historia oculta estaba en su lista, eso sí lo sé. Como el tío Luis descubrió mi interés por los mundos alternativos, de vez en cuando me regalaba los números antiguos de “Mundo desconocido”, que yo devoraba y guardaba para devorar de nuevo, pasado un tiempo, simulando que había olvidado para poder maravillarme otra vez, pasadas unas semanas. Gracias a las lecturas de “Mundo desconocido” descubrí montones de enigmas y de misterios que hoy todavía planean por el mundo, vivos y coleantes, aunque, desgraciadamente, han adquirido un aire de rollo barato, de feriante caduco. Todo tiende a la ruina.
Muchos años más tarde de lo anterior, y cuando me documentaba para un trabajo sobre los parapsicólogos catalanes de la transición que nunca llegué a escribir, conseguí dar con uno de los colaboradores de “Mundo desconocido”, que ya estaba muy senil. Se hacía llamar “Profesor” aunque ni era maestro ni poseía título universitario alguno. Según me contó, su verdadera pasión siempre fue el submarinismo. Murió en 2001. El Profesor X (voy a nombrarle así por respeto) me contó muchísimas cosas y casi todas fascinantes, asuntos que trataban infinidad de quimeras: visitas de seres extraterrestres, su pasado como soldadito español de la Quinta del Biberón, su estrecha amistad con un poeta catalán en el exilio de México -un poeta críptico también dado a visiones ultramundanas y algo confusas.
Sentado frente al Profesor X, escuchando su relato repleto de seres espaciales, poetas místicos, niños soldados, conspiradores, espías, falsos agentes de la Cía, muertos revividos, periodistas locos, la serpiente emplumada, Luis Buñuel, el exilio en el México de los muertitos y las vacas voladoras, la policía secreta y siniestra de Franco y todo lo demás, comprendí que entonces, antaño, cuando me incliné por el misterio y los mundos ocultos, había acertado de pleno. Había elegido el camino correcto. Hacia el final de la entrevista, el Profesor X me contó algo que no puedo reproducir por completo y que me olió a testamento y, a la vez, a que había comprendido algo de mí.
—Hay, en el lugar que te indicaré, una ventana a otro mundo en donde todo cobra sentido. Está en un embalse, no muy lejos de aquí. Tienes que sentarte a observar. Verás los árboles de la otra orilla reflejados en el agua. Verás que se reflejan todos. Todos menos uno. Es allí, justo en el lugar en donde debería estar el reflejo. El reflejo no está, porqué está en el otro lado, y en el otro lado. Deberás meterte en el agua pero no te preocupes, solo hasta las rodillas, no te cubrirá más que eso.
Luego de contarme esto, el Profesor se levantó con dificultades, me tendió la mano y dio por terminada la entrevista al tiempo que llamaba a una mujer que se presentó enseguida como si hubiese estado todo el tiempo tras las bambalinas. Era una mujer enjuta, menuda, antipática -y probablemente muda- (¿su hija? ¿la asistenta?), que me acompañó hasta la puerta de la casa. Entonces caí en la cuenta de que no me había ofrecido ni tan solo un café: el Profesor X vivía en una pobreza casi extrema.
Estuve buscando el embalse. Me recorrí varios. Me di cuenta de la imprecisión que hay en "no muy lejos de aquí", dicha por boca de alguien que se ha recorrido medio mundo. Y me di cuenta de que había obrado como el caballero Perceval cuando no supo preguntar la pregunta oportuna ante el Rey Pescador: No muy lejos ¿pero donde?.
Jamás hasta hoy he sido capaz de encontrar el lugar del reflejo soslayado hacia la otra dimensión, pero sé que existe y que algún día voy a dar con él. Será un día de alegría, este, como los días en que llegaban los números atrasados de “Mundo desconocido” a mi poder. Lo que pueda suceder después me atemoriza un poco, pero creo que lo sé desde hace mucho tiempo.
Postdata. En tiempos antiguos, el pueblo se iluminaba y encontraba inspiración leyendo vidas de santos. Andreas Faber-Kaise fue uno de mis santos.
[Una versión muy parecida a esta, pero no idéntica, se publicó hace unos días en La Charca literaria].
UNA COLABORADORA D'EL SRO.FABER-KAISER,VEINA MEVA,QUAN VA MORIR,EN VA COMENTAR QUE LA SEVA DEFUNCIO ERA UN TAN "PECULIAR",VA SER EL SIDA.,CONTAGIAT PER VIA ENDO-VENOSA,PERO...SEGONS ELLA,RADERA S'AMAGAVA ALLO DEL OLI DE COLZA...MISTERIOS FINS EL MES ENLLA.
ResponEliminaRecordo una polèmica sobre la mort de Faber, en què es va parlar d'un assassinat perpetrat per alguns serveis secrets, ja que el periodista denunciava interessos obscurs en el cas de l'oli de colza. Tot plegat tèrbol, indemostrable... però va servir per augmentar el mite.
EliminaEstanos llenos de muchas dimensiones y todas son válidas.
ResponEliminaUn abrazo.
Completamente de acuerdo, gracias.
EliminaYo no sé si lo mataron solos que dejo de estar. Soy José María y con el pase l’on mejores y más provechosos años de mi vida en Mundo Desconocido
EliminaTe leí la entrada en La charca, pero no pude poner comentarios. Conocí personalmente a Andreas Faber, entonces yo era una estudiante de instituto de 15 años cuando a través de una prima suya, de su mujer, me salió el trabajillo de canguro para su hija pequeña durante las noches de fin de semana. Me quedé a dormir en su estudio muchas noches, inquietante lugar, lleno de cuadros de su padre, máscaras indígenas y manuscritos sobre su mesa. Era un tipo estupendo, en aquella época lucía más gordo de lo que aparece en sus últimas fotos. Lástima que muriera tan joven y tenía una conversación apasionante, pude comprobarlo cuando me acompañaba a casa en su coche, porque era un hombre la mar de gentil. Siempre lo recordaré.
ResponEliminaGracias, Amaltea! Uno de los motivos para reproducir aquí los artículos caducados de La Charca es precisamente ese, que se pueda comentar. Me emociona esa conexión. El padre de Faber, pintor y cartelista, huyó de Alemania cuando se olió lo que se avecinaba. Una vez vi una reproducción de una obra suya, pero me encantaría saber más. Ya me contarás...
EliminaPues yo lo que quiero es encontrar el árbol que falta...¡¡¡
ResponEliminasalut
¡Toma! ¡Y yo...!
Elimina[MI EX ESPOSA ESTA DE VUELTA]
ResponEliminaMi ex esposa me recriminó diciendo que no quería volver a casarme y, por lo tanto, ella intentó que los niños se volvieran contra mí también. Tuve una relación terrible con todos ellos y la mayor parte es porque o no me deja verlos o porque está llenando sus oídos con un montón de mentiras sobre mí. Intentamos la mediación, nada parece llegar a ella. Conocí al Dr. Akim que me ayudó a lanzar un hechizo de amor, ahora hay tanto amor y felicidad en mi familia. El correo electrónico del Dr. Akim: [prayerstosavemarriage@hotmail.com]
Acabo de descubrir a Andreas, con 57 años. Es un halo de luz a mi existencia. Tengo tantas interrogantes...
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