Dibujo plagiado de un tratado esotérico, que elaboré pocos años antes del estallido "soberanista" catalán. ¿Premonición?
En las tertulias literarias y esa clase de foros, suele aparecer la pregunta "¿cree usted que la realidad supera a la ficción?". Es una pregunta de compromiso, casi de ascensor, que surge cuando no se sabe qué preguntarle a un escritor. La verdad es que no se comprende bien el sentido profundo de la cuestión: la realidad (lo que convenimos en llamar "realidad") casi no es otra cosa que una ficción compartida por la mayoría (aunque no por todos), o en todo caso es obvio que esa "realidad" está severamente influenciada por la ficción. "Todos los hombres nacen iguales", por ejemplo, es una ficción sobre la que hemos construído infinitas realidades políticas.
Una vez, cuando todavía pensaba que las novelas de ficción eran el resultado de una imaginación desbordante que superaba las estrecheces del mundo real, conocí la historia de una vecina de la escalera. Descubrí que Ana Karenina y Emma Bovary son tristes comentarios al margen, y que Tolstoi o Flaubert fueron tipos de imaginación escasa. La ficción del amor, la de la bondad de las ciencias y los hombres, la ficción de la democracia, la ficción de la justicia (de la que ya hablaba Platón), la ficción de la vida tras la muerte... son solo eso, ficciones. Y sin embargo sobre ellas se ha construido el mundo conocido. En su nombre se han levantado empresas, imperios, religiones. Y lo que es peor: en su nombre se ha asesinado a miles, a miles de millones de personas. Vaya usted a contarle al muerto que, en realidad, todo fue ficción. A ver qué opina el muerto.
A partir de una cierta edad, uno concluye que hay ficciones y ficciones. Ficciones buenas y ficciones menos buenas. Ficciones bienintencionadas y ficciones malas. Ficciones cuyo motivo es cambiar la realidad y ficciones cuyo objetivo es simular que se quiere transformarla para que siga igual. Que gobiernen los de siempre, por ejemplo. Y ese último es el caso de la ficción catalana que se autoproclama "proceso de independencia".
En Cataluña llevamos unos cuantos añitos ya tras la ficción de la república independiente e ideal construida por los mejores ciudadanos, por las mentes más preclaras y más democráticas de entre todos nosotros. Obcecados tras la ficción, los gobernantes se han olvidado por completo de la realidad. Quizás porqué la realidad es una molestia casi insoportable y está cada vez más llena de miseria y de espanto. Quizás es por eso que la construcción ficticia es cada vez más apabullante, más solemne: lo que al inicio parecía una ensoñación pequeñoburguesa ha devenido una catedral gótica, con toda la pompa y el boato, con todo el ridículo y la fealdad que llevan implícitas las catedrales barrocas, construidas en el albor de la burguesía europea. Y construidas con montones de dinero público (el dinero público: quizás el objeto más real del planeta -a la vez que el más ficticio), abocados a pagar ficción tras ficción.
Convencidos de que la ficción termina por construir una realidad, nuestros próceres catalanets repiten una vez tras otra sus fantasías, esa república ideal -y a la vez pueril- destinada a ablandar los corazones de la extinta clase media catalana, la que quería ser burguesa a toda costa. Pero hay algo que chirría en esa ficción, algo que la hace inverosímil y sospechosa a la vez. Para que una ficción se imponga, debe cumplir algunos requisitos, y la República Maravillosa de Cataluña no los cumple. La ficción debe contener algo de real (un paisaje, una cierta verdad). Debe ser interesante para todos y debe ofrecer esperanzas y conocimientos. De lo contrario, la ficción deviene una pesadilla y es un tostón infantiloide sin sentido alguno, del estilo de "El señor de los anillos".
Ciertamenete hay algo de Tolkien en el proceso catalán, y esa hipótesis me resulta bastante verosímil, ya que me intuyo que muchos cargos electos de Esquerra Republicana de Cataluña son admiradores de aquella obra con buenos y malos (ambos de pacotilla), hobbits como catalanes de Olot y el Berguedà, contra Orcos procedentes de Andalucía, Murcia y Extremadura. (Los de Convergència son más de no leer nada, o de leer las obritas del obispo Jaime Balmes). Lo malo es que Tolkien describe un mundo eternamente enfrentado entre regiones, a mamporrazo limpio, y a poco que uno analice la situación actual de Cataluña se dará cuenta de que ha sucedido lo peor: el principal efecto del "proceso secesionista" no es el enfrentamiento de Cataluña contra España, sino el enfrentamiento entre catalanes. De momento, es eso lo único real que han logrado y todo indica que el asunto se va a agravar. Al final nos vamos a mosquear con que le destinen tantos dineros públicos a su ficción, una ficción que es cada vez más agresiva contra los catalanes que no creemos en la ficción de la independencia.
Los catalanes que no creemos en la independencia empezamos a estar solemnemente hartos de los epítetos que recibimos, pensados para mantener la ficción tolkeniana del mundo: nos llaman unionistas, españolistas o fachas. Ya vale de eso. Somos catalanes. Catalanes que no levantamos banderas por haber nacido en un lugar, ya que uno no escoge donde nace. Uno soporta eso como puede y nada más, pero no lo llena de metafísica barata, ni mucho menos de épica hollywoodiense.
Si creo en alguna ficción esa es la ficción del federalismo, y mis motivos para creer en el federalismo son tan legítimos y tan válidos como los suyos, señorito Puigdemont y señorita Forcadell. Y les podría poner ejemplos de que el federalismo es un modelo real (!) de construcción social, justa y cohesionada. Y puestos a dirigirme a ustedes les diré que no se olviden de que ustedes y su cargo y su sueldo y sus privilegios los estamos sufragando nosotros también, los catalanes que no somos procesistas pero pagamos impuestos aquí -no como el señorito Pujol y sus vástagos. Y nosotros somos la mayoría, se lo digo por si acaso, por si no se acuerdan. No se olviden de ello cuando juegan a la desobediencia, aunque la suya sea una desobediencia de ficción: a lo mejor su ficción desobediente termina por calar en nosotros y entonces vamos a ser nosotros quienes les desobedezcamos a ustedes, y vaya lío entonces. El día en que eso suceda van a tener un buen lío montado, y vamos a rezar todos para que no sea un lío a la manera balcánica.
Les contaré otro asunto personal (el primero es el de mi vecina, Ana Karenina y Emma Bovary). Trabajo en un barrio de los que ustedes llaman "desfavorecidos". La realidad es dura y las ficciones entre las personas que en él viven, abundantes. Aunque no son las mismas ficciones que las de nuestros solemnes gobernantes -eso cabe puntualizarlo bien, porque es relevante. En ese barrio, castellanohablante y árabohablante por excelencia, veo esperanzas, muchas, y esas esperanzas son muy distintas a los sueños de los señoritos que están en el Parlament promulgando desobediencias y secesiones, todas invariablemente muy solemnes. Si algún día chocan las esperanzas de unos y las de otros quizás vamos a tener el desafortunado "choque de trenes" del que con tanto gusto hablan los señoritos, pero del que nada saben.
Puestos a navegar por el terreno de la ficción, invito a sus majestades Puigdemont i Forcadell (o en su defecto al Senyoretmas) a que se pasen un día por el barrio y les cuenten su ficción supremacista a las buenas gentes que viven en él. Les prometo que asistiré al acto. (Que eso no sirva de precedente).
Ai Lluís, aquesta gent no va al teu barri ni a barris com el teu. Estan en una altra dimensió, la dimensió desconeguda que vol dir: Noves eleccions, adeu apl PDcat, guanya esquerra, nou estatut o sia peix al cove, i de la indepe ja n'anirem parlant sense presses.
ResponEliminai la CUP? sayonara beibi...
ResponEliminaDes del famós "vostè té un problema que es diu el 3%" fins a la declaració del fill de la nissaga que ja no té res a perdre, hem hagut de viure aquest gòlgota... I ara, va i s'inventen la desconnexió exprés. Dic jo que abans caldria el referèndum, no? Bufff, tot és insuportable.
ResponEliminaJo he decidit independitzar-me de la realitat que m'intoxica a diari l'esmorzar, el dinar i el sopar. L'acidesa d'estómac que em causa veure segons quins cínics, m'obliga pel bé de la salut fer un exercici de desconnexió exprés. No ho podré soportar gaire més i el que em sorprèn és el mutis de gran part dels nostres compatriotes.
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