Hay días en que, antes de acostarme, sólo soy capaz de formular un deseo. Quiero volver. Quiero volver a casa. Aunque sólo sea por unas pocas horas, un rato.
Pero esto es imposible. Lo que llamo mi casa puede ser el caserón enorme de mi abuela, en donde viví hasta los siete años. O bien el piso adonde me fui luego con mis padres,de los cuales me emancipé a los veintitrés -más o menos.
La casa de mi abuela es hoy la sede de una fundación que reformó las estancias. En la habitación enorme en donde dormíamos mi hermano y yo ahora hay una silenciosa sala de reuniones. Ahora allí sólo se habla de cosas importantes, y sólo en horario diurno. Hablan de economía, ecología, cooperación, derechos humanos. Quizás las paredes recuerdan gemidos de niños, llantos, risas tontas. Pero eso... ¿quién lo sabe?
El piso de mis padres tiene hoy nuevos inquilinos. Reformaron el lavabo y la cocina. El parecido debe ser mínimo con lo que que fue aquella casa, la casa mía. Posiblemente está decorado con trastos de Ikea. Jamás lo he visto, ni ganas. No sé como son los nuevos habitantes. No se qué macetas tienen en el balcón. Qué nuevas plantas crecen ahí, qué nuevas flores se abren buscando al mismo sol de antaño.
A veces pienso que es terrible querer volver y no poder hacerlo, como todas las acciones que uno quisiera hacer. Me refiero a hacer hacia atrás. Pero ya no. Creo que las películas que más gustan tratan de esto.
Quiero volver a casa algunas noches, pero no hay casa adonde volver. Entonces pienso que cuando no hay casa sólo hay libertad. Y así me duermo, ronroneando li-ber-tad como un niño. Me digo que quizás, a fin de cuentas, esta circunstancia me permite algo. Me da acceso a algo. Yo nunca seré Andrei Tarkovsky, pero no puedo dejar de pensar que él tampoco pudo volver jamás a su casa. Sin embargo, construyó algo con sus cintas que se parece a una casa.
Pero vamos, no lo es. Las casas son casas, no son cosas.
Ay mis casas. Muchas de mis noches sueño con la casa donde nací que era de mi abuelo, la casa donde vivi mi niñez y mi juventud y mi casa donde vivi durante diez años. Tuvé otras, mas las olvidé y no sé el porqué. La casa donde vivi mi niñez la dejé hace 40 años y la recuerdo como si fuera hoy.
ResponEliminaSera que cuando no hay casa hay libertad? Sera por eso que algunos sin techo no quieren salir de la calle?
Un abrazo
Flor
Yo he vivido ya en unas cuantas casas (mejor dicho, pisos), y algunos apenas los recuerdo. Porqué fue poco tiempo o porqué allí nunca sucedió nada importante.
EliminaÉs així, la casa on vaig nèixer, i l'altra on vaig crèixer fins als 10 anys, ja no hi són, les varen enderrocar, la tercera és el pis en el que visc. O sia que jo tampoc puc tornar.
ResponEliminasalut
Això ens passa per no haver nascut en una casa bona, a aquests no els enderroquen mai el passat i a més a més hi poden anar als estius.
EliminaEl pis de l'àvia que em va veure néixer i del que vaig sortir als 6 anys per anar a viure fora de Barcelona però al que vaig tornar en estudiar a Barcelona finalment el vaig veure desmuntat al carrer. El mirall del rebedor, les decoracions típiques dels anys 60 i altres galindaines eren a la vorera esperant que els recollís el camió de la brossa.
ResponEliminaLa casa on vaig viure després em crea certa morbositat la seva decadència i quan puc m`hi passo per veure com està ja que la meva germana hi viu més o menys a prop.
Els meus llocs passats em creen més curiositat que nostàlgia.
Sí, em sembla que l'emoció que desprenen les cases viscudes és aquesta barreja, a mi sempre m'ha encuriosit veure com evoluciona la casa on vaig néixer, perquè com que pertany a una fundació que organitza actes públics hi puc entrar.
EliminaLa casa on vaig nèixer, la tinc just davant de la feina, tansols em cal creuar el carrer. Nosaltres hi viviem de lloguer, i encara va passant de llogater en llogater, a tots he conegut i explicat que jo vaig nèixer allí, i tots m'hi han convidat a entrar i tornar-la a veure, doncs vet aquí, que tenint tant accès per a fer-ho no ho he fet mai. No totes les cases on nèixem són de les que et porten millors records. Per circunstàncies de la vida -no pas per la feina- als 38 anys ja portava 6 trasllats a l'esquena, 5 dels quals en el mateix poble.
ResponEliminaCrec que quan ens fem grans es quan més ens arrelem a la nostra "guarida" hi suposo que per aquest fet, si no acabo en una residència d'avis, aquesta ja serà l'última...
Bé, millor no cridar el mal temps ni les residències d'avis ni els camps de refugiats, que també podria ser.
EliminaBueno, todo es muy relativo, al final donde vivimos es dentro del alma, abrazos.
ResponEliminaY ahí es donde hay que estar bien . besos.
Tienes razón... aunque el alma necesita paredes y techo para resguardarse del viento.
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