Nací en un mundo rico, satisfecho de sí mismo. Mis padres no entendieron jamás que me fuese a España para ayudar a los soldados heridos en la guerra contra el fascismo.
Patiente Darton fué una de las enfermeras de la batalla del Ebro. Las brigadas internacionales improvisaron un hospital de campaña en la cueva de Santa Llúcia, en un recodo de roca calcárea cerca de La Bisbal de Falset. Allí amputaron miembros sin anestesia y combatieron los piojos, el hambre. Ayudaron a morir. Ayudó a morir al primer amor de su vida, del cual sólo sabemos que se llamaba Robert, era alemán y uno más de los brigadistas muertos y luego abandonados en el olvido oscuro y acuoso de España.
Estoy contando una historia triste de nuevo, otra historia de tristeza, como si me hubiese quedado atrapado buscando la historia más triste de España. Esta vez los protagonistas nacieron muy lejos pero se vieron arrasados por la tristeza española, más española que el jamón y la paella. Estoy persiguiendo el relato de la infinita tristeza que lleva siglos abatiéndose sobre el país. Me gustaría liberarme de todo esto, pienso. Cuando levanto los ojos al cielo el fulgor dibuja la mueca de una sonrisa en mi boca.
Ayer estuve en esta cueva. El polvo se levanta en leves remolinos, el viento surca sin rugir, sin silbar. Hay un silencio de sílice y dolor. Una virgen cuelga del techo, metida en una jaula de hierro forjado como un estandarte abandonado en la retirada. En una capillita y escondida entre estalagmitas, otra imagen de santa Lucía muestra los ojos servidos en una fuente, merienda de sádicos católicos, bendita crueldad ciega, ojos que no ven nada.
Unos metros más abajo el río fluye gélido y suave como una caricia de la Parca. Hace tanto frío que mis orejas azuladas crujen. Pero un rato más tarde siento como hierven, porqué la sangre bulle y se rebela. Estoy vivo, me susurro. Levanto de nuevo los ojos para experimentar la herida de la luz en la retina. Si me siento herido será porque estoy vivo. No me dirijo a la santa de los ojos vacíos si no a la enfermera que vino de lejos: le murmullo una carta como una oración bajo la esfera de fuego blanco.
Señora Darton, tu que estuviste en el cielo con los milicianos que lo asaltaban, no nos dejes morir en la indignidad, ni a mis hermanos ni a mi.
Pregaria laica, contradicció òbvia i lògica, la que tots volem.
ResponEliminaDe les contradiccions a les que ens du la vida ja no en faig cas, passats els quaranta. I sobre pregàries laiques crec que estan molt bé. La meva és una contribució petita a aquest gènere.
Eliminahaurem d'espavilar-nos pel nostre compte, la senyora Darton ja no hi és. Estem sols, Lluís.
ResponEliminaMentre ens espavilem, tan li fa si és sols com acompanyats d'esperits.
Eliminaque fort anà a morí a una cova, encara que et cuidi la Darton. Les guerres son cruels.
ResponEliminaA la cova hi ha fotos de l'hospital de campanya, i fan molta por.
Elimina!! que bonito homenaje le has hecho a esa enfermera¡¡Me gustó.Enhorabuena por la entrada. besos.
ResponEliminaGracias, he intentado esto, un homenaje. Hace poco descubrí un blog que también le hacía un homenaja Darton (el día 8 de marzo), pero el mayor valor que le encontraba era haber sido enfermera de grandes médicos.
EliminaHi ha un estrany contrast entre l'ombra de la cova i sol que toca els ametllers reals que floreixen just davant, a zero graus.
ResponEliminaHi ha un estrany contrast entre les imatges de la verge i les fotografies dels aplecs i les fotografies de l'hospital sota la balma.
I potser no caldria respondre la placa, perquè tots sabem que no, però no me'n puc estar: no, les ferides no estan guarides.
Vivim en un país on la història s'explica del revés: la guerra no va acabar (o més ben dit la post-guerra, ja que els perdedors ho segueixen sent) i on la Transició no va existir.
EliminaCreo que he leído un libro donde aparece esta señora, creo que es "Una Historia de la Guerra Civil que no va a gustar a nadie..." de Eslava Galan, pero no estoy seguro.
ResponEliminaYo no se si España es triste, no lo creo, lo que si tiene es que periódicamente nos joden, eso si es verdad...
Las plegarias no son laicas o cristianas, solo son oraciones y deseos que pides a quien sea...
Creo que también Ian Gibson le dedicó un trabajo (dentro de su obra sobre las brigadas internacionales) y ella misma publicó su biografía. En los años cincuenta se fue a la China de Mao y luego murió en Madrid en 1996, a los 85 años.
EliminaPreciosa entrada, Lluís.
ResponEliminaGracias Juan, aunque está mal que me lo diga yo mismo, es una de las entradas que más me gustan.
EliminaLa història de la infermera és la història de la terra, que acull el seus fills morts i els fon en l'abraçada tendra i càlida de la mort. S'ha de tenir molta vida per veure com se t'escapa cada dia entre les teves mans.
ResponEliminaEn una discreta ceremònia, les cendres de la Patiente van ser escampades per la Cova pel seu fill Bob i la seva família, tal com creia que hauria estat el desig de la seva mare.
ResponEliminaLa visita a la Cova s'ha de complementar amb la visita al cementiri municipal. Construït en plena Guerra Civil, poc abans de la Batalla de l'Ebre, hi reposen els cossos de gran quantitat de soldats, molts autèntiques criatures de tan sols 17 o 18 anys i Brigadistes Internacionals d'arreu del món, que morien a l'hospital de la Cova o arribaven ja morts del front.
Moltíssimes gràcies per aquest comentari, que tanca el cercle del text i li dóa més sentit.
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