A principios de 1941, el hombre de la foto murió en Montpéllier. Sobre esos ojos cayó una sombra negra. Había perdido la guerra y estaba en el exilio de los perdedores. Exilio significa perder la familia, el trabajo, la casa. Finalmente perdió la vida. Es la última escena del sacrificio, cuando el cuerpo es lo sacrificado.
La otra tarde llovía. Después de tres meses de sequía, empezó a llover. Por la tarde me quedé como encantado tras los cristales, absorto en el repicar de las gotas, viéndolas pasar ante el haz de la farola. Sucedió entonces, sobre las siete. Sonó el teléfono.
-¿Eres el nieto de Miquel Albert Barris?
El que me llamaba era Joan, un historiador que está escribiendo un trabajo sobre movimientos radicales de principios de siglo, y se había encontrado con el abuelo.
El abuelo Miquel escribió unas memorias, cuando ya estaba enfermo en Francia. Posiblemente nunca fué un hombre moderado. Cuando era joven fundó, junto a Josep Tarradelles, un grupo republicano en la clandestinidad, bajo la dictadura de Primo de Rivera. Ya en este tiempo cogió un arma. Para defenderme, dice, por si me vienen a buscar los hombres de la derecha.
Josep Tarradellas junto a Miquel Albert. Sentado, Francesc Macià. Foto del Butlletí de La Falç, 1934, facilitada por J.E.
Durante la república tuvo cargos políticos. Quizá de no mucha relevancia, pero sí de cierta responsabilidad. Y cuando empezó la guerra fué comisario político. Los Comisarios políticos tenían, entre otras, la compleja tarea de vigilar a los quintacolumnistas. No debía de ser cosa fácil: Cataluña es un país poseído por la mentalidad burguesa, una mentalidad que generó amplísimas simpatías hacia el bando fascista. Eso es visible hoy todavía. Mientras llueve y oigo a los polítcos de Convergència en las noticias de las siete.
-Me gustaría poder leer las memorias de tu abuelo -dice el joven historiador- Es una figura interesante, tengo mucha documentación sobre él, pero el diario me iría muy bien para contrastar...
¿Documentación sobre Miquel Albert? En mi familia el abuelo fué más mítico que documentado. La policía de Franco entró muchas veces en la casa donde vivían su mujer y sus hijos. Abrían cajones, se llevaban papeles pero también ropa, trajes, objetos. El rojo no lo necesita ya. De modo que en casa se nombraba al abuelo en voz baja, con miedo. De los tres hijos, dos han muerto ya. Así, mi madre murió sin haber visto ningún gesto, ninguna palabra que devolviese la dignidad a su padre. Ningún reconocimiento. Un hombre que, a fin de cuentas, defendió a su gobierno ofreciendo la vida.
En una de las últimas fotos hechas aún en Barcelona, poco antes de huir a Francia, Miquel viste las ropas de los milicianos y lleva un fusil en la mano. Detrás suyo hay un cartel de las milicias antifascistas. Siempre pensé que era una postura, un acto simbólico. Ahora, de repente, me doy cuenta de que no hay nada simbólico en el acto de empuñar un arma de fuego. Quizás no había ninguna otra opción y era el gesto necesario. Algunas cosas se defienden con la palabra, claro. Pero otras con las uñas. Y otras, finalmente, se han defendido siempre con el fuego.
Pienso eso y la lluvia amaina. Las nubes sobre el Vallès se separan y se dejan penetrar por el brillo de las estrellas. Abro un poco los cristales y escucho el silencio lleno de las gotas, del agua que se desliza tan mansa por los bordillos, calle abajo. Miquel Albert no fué dueño de su vida: se debía al flujo imparable de la existencia.
De pequeña, mi madre soñaba algunas noches que su padre entraba en el cuarto y se sentaba a los pies de la cama. Le contaba cuentos. Eso pasaba cuando él estaba en Francia y nadie sabía si estaba vivo o muerto, aunque en realidad ya estaba muerto. Si eso sucediese esta noche y Miquel entrase en mi habitación sería yo quién le contaría una historia. Larga y penosa, un cuento que transcurre a lo largo de setenta años.
-Y al final, setenta años más tarde, a lo mejor vamos a poderte nombrar en voz alta y sin vergüenza, y vamos a devolverte algo. Agradeceremos tu sacrificio por la república y la libertad. Tu gesto sin ambigüedades, tu gesto radical. Bienaventurados sean los radicales del mundo y de los cementerios del mundo.
Una de les pitjors coses que va aconseguir el franquisme és el silenci. Els feixistes encara en viuen de renda i intenten que aquest silenci no es trenqui perquè és la garantia de continuar tenint la seva veritat... Cada palatada que desenterri un assassinat o cada retorn de les restes d'un exiliat els descobreix i per això ho intenten evitar fent mans i mànigues amb la consigna d'una "reconciliació".
ResponEliminaGalderich, trencar el silenci deu ser molt difícil, i la democràcia no ho ha aconseguit. Hem heretat tots els tics franquistes, només cal recordar el "això ara no toca" del nefast Pujol, que també usa el pobre Francesc Homs.
EliminaMentrestant esperarem que les notícies aportades pels historiadors puguin omplir un buit familiar en el que no es conservaven documents.
ResponEliminaEl meu avi està enterrat en un nitxo del cementiri de Gironella però no sabem en quin, tindriem que demanar-ho a l'ajuntament. Com que no tenia diners uns veins li varen deixar el nitxo però no sabem qui son. Va ser d'Esquerra Republicana i l'hi varen perdonar la vida però el varen desterrar del seu poble, on no es va poder apropar fins mort Franco. En fi, m'agrada quan parlan sobre que no cal fer merder per uns quants morts...
ResponEliminaAris: els morts tenen una rendibilitat política, només cal veure com s'amortitzen alguns. I els republicans no en tenen. A Espanya no tenim cap monument als morts que van defensar la república: els antics monuments als "caídos por Dios y por España" van passar a acollir, graciosament "també" els altres.
Eliminaper cert, Salut!
ResponEliminaLLuis, me ha gustado mucho y me ha conmovido. Verás, yo soy pacifista, pero no creo en las palabras huecas. Así pues, entiendo a quien tuvo los huevos de coger un arma en aquellos días. Y le admiro. Lucharon y murieron por un gobierno justo, democrático. Lo demás es necedad. No comprender ni justificar eso es necedad.
ResponEliminaCoincido contigo: lo peor de nuestro país son sus gentes. Es duro pero es real. Si nuestro carácter colectivo (creía que este concepto era una entelequia y ahora ya creo que algo de verdad debe haber en ello...) si nuestro carácter fuera otro no hubiéramos tenido que pasar por tantas penalidades, o por lo menos hubiéramos luchado contra esas penalidades. Siempre nos jodió la vida la caseta i l'hortet, que decía Pla. I els senyors Esteves.
Bueno, en todo eso no sé yo si creer, porque puede que sean mitos. Lo que no es mito es la genética, Lluis. Pues eso...
Eastriver: llegar a esta conclusión es una pena, pero creo que no hay otra conclusión a la que llegar. Catalunya es un país de "caseta i hortet", donde lo más sagrado es la pequeña propiedad privada de cada uno. Hoy nos sorprendre que setenta años atrás alguien fuese capaz de dejar atrás el mito para salir a defender los valores democráticos y perder la vida en las trincheras. Como aquéllos perdieron la guerra, ellos nos lo recuerdan cada día.
EliminaUn text molt interessant. El meu avi també va morir a l´exili, a Mèxic. Fa poc va morir el meu pare i vaig trobar un objecte que havien amagat a casa meva: un banderí de les Olimpiades Populars del 36, el meu para s´havia inscrit a l´equip d´atletisme. Tots tenim una història darrere... Salut. Borgo.
ResponEliminaMiquel, és terrible descobrir objectes amagats durant anys, per la por. Ara no ens podem fer a la idea de què volia dir aquella por.
Elimina"Miquel Albert no fué dueño de su vida: se debía al flujo imparable de la existencia." Em quedo amb aquesta frase. Entenc, evidentment, l'existència com a part indestriable de la Història. Una de les coses importants que va comportar la II República va ser la responsabilitat compartida de la Història, no només pels polítics, sinó per tots els ciutadans. Ja fos amb la paraula, les ungles o el foc, hi havia un compromís individual i col·lectiu amb un projecte. Amb divisions, sectarismes i traïcions, no ho nego. Però mentre uns miraven endavant, els feixistes ens van arrencar els ulls.
ResponEliminaEm pregunto on són avui les paraules i les ungles; on és l'esperit col·lectiu que entén que no és possible el benestar individual sense el benestar del grup. Jo no em sento acompanyat. Hi ha milions de vots a la dreta que no entenc. Potser és que no han tingut avis?
No descarto -i ho dic molt seriosament- l'exili interior, ja no com a forma de desobediència, sinó com a forma de vida. No m'interessen els seus projectes buits, però tampoc penso deixar-me marginar.
Enric, dels intents per millorar la vida fets per la República en queda ben poca cosa: la responsabilitat compartida va ser anul·lada, i jo diria que encara avui és ben evident.
EliminaQue la cooperació és una eina més intel·ligent que l'individualisme també sembla de sentit comú, però on és? Hi ha una cooperació a petita escala, local, de vegades marginal. Però ha guanyat el projecte post-modern, i la societat no es percep. La mateixa Esperanza Aguirre ho va formular fa poc: la "societat" no existeix, hi ha una suma d'individus.
El título de tu post me ha emocionado.
ResponEliminaMientras haya alguien que habite la sombra de un héroe cotidiano, no hay nada perdido, a pesar del fascismo actual. Pero ¿y luego?
La ley de memoria histórica no ha hecho nada por tantos que han muerto defendiendo la legalidad que la justicia pierde su nombre.